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Las asociaciones empresariales, obligadas a reinventarse

Por: Alberto Cagigas
Clemente González, a la derecha, junto a Cristina Cifuentes y Alberto Núnez.
El empresario Clemente González Soler, a la derecha, junto a Cristina Cifuentes y Alberto Núñez Feijoo, presidentes de la Comunidad de Madrid y Galicia,respectivamente.

Hay bocetos de editoriales que tardo varios meses en escribir. Son ideas que quedan arrinconadas en el ordenador esperando una oportunidad provocada por la actualidad informativa o un golpe de inspiración. Una de esas reflexiones nonatas versaba sobre la función de las asociaciones empresariales y el papel de sus dirigentes. Así que cuando leí el acertado y valiente discurso de Clemente González Soler, presidente del Grupo Alibérico, pronunciado en Madrid ante un nutrido grupo de empresarios y directivos, además de los presidentes de Galicia y de la Comunidad de Madrid, pensé que era justo lo que tenía proyectado escribir, pero que hasta ahora no había plasmado por falta de intuición o tal vez de arrojo.

Desde hace años me he preguntado porqué las asociaciones empresariales y las cámaras de comercio, salvo honrosas excepciones, no estaban presididas por los mejores empresarios. A cambio, hemos visto que, en general, estas instituciones eran lideradas -es un decir- por personajillos de segunda o tercera fila dentro del ámbito empresarial, que más que servir a sus colegas utilizaban estas agrupaciones en beneficio de sus propios intereses y como plataformas de promoción personal, como quedó demostrado en la reciente historia de la patronal.

Con estupor, los empresarios honestos que se dejan la piel en sacar adelante su negocio y pagar las nóminas religiosamente a sus empleados han visto cómo los hombres que debían representar a la clase empresarial y que eran la imagen de las empresas ante la sociedad civil, se veían salpicados por escándalos, fraudes en la utilización de fondos públicos y hasta encarcelamientos. En la peor crisis económica de la reciente historia de España, justo cuando más hacía falta poner en valor la figura del empresario, sus portavoces parecían una banda de forajidos. Y luego nos quejamos de la mala imagen del empresario ante la sociedad. ¿Qué joven va a querer ser emprendedor o qué trabajador va a respetar al propietario del negocio si sus representantes aparecen en la sección de Tribunales de la Prensa en vez de en la de Economía?

El panorama llegó a ser descorazonador y muchos empresarios decían que esos pillos que presidían las patronales y cámaras de comercio no les representaban, pero no es cierto ya que al fin y al cabo son nuestra proyección en la sociedad.

Alguna vez pregunté a exitosos empresarios porqué no daban un paso al frente y se presentaban a la presidencia de alguna asociación empresarial o cámara de comercio para relanzar la figura de la clase empresarial. Y siempre me decían lo mismo: “es una pérdida de tiempo, esas organizaciones se mueven con fines ajenos a los de defender la empresa, sólo buscan captar fondos y prebendas mediante el politiqueo mal entendido y las lisonjas al poder. Ni de coña me meto ahí”.

Descenso de la subvenciones

Con el fuerte descenso de las subvenciones y la eliminación del pago obligatorio de la cuota a las cámaras de comercio, tanto patronales como instituciones camerales empezaron a tener dificultades para cuadrar sus presupuestos, lo que provocó la desbandada de algunos responsables ante los tiempos de penuria. Ése era su compromiso con la clase empresarial a la que decían representar.

Algunas de esas organizaciones, en vez de defender sin ambages al mundo de la empresa, sobre todo a los más débiles como son las pymes, han estado pendientes de captar subvenciones, bailar el agua al poder político, fraternizar con los sindicatos para repartirse la generosa tarta de los fondos públicos e incluso enzarzarse en guerras cainitas y en disputas territoriales, ante la atónita mirada de los empresarios de a pie de calle.

Casi nadie ha denunciado esta situación, así que tenemos a los representantes de la clase empresarial que nos merecemos, sin excusas, debido a nuestro silencio cómplice. Hasta que llegó el presidente del Grupo Alibérico y dijo en un acto público con motivo del 25 aniversario de la Asociación de Empresarios Gallegos en Madrid (Aegama) lo que todo el mundo piensa y nadie se atreve a decir. En un discurso histórico, González Soler, que en Castilla y León posee la empresa Alucoil en Miranda de Ebro (Burgos), exigió refundar las asociaciones empresariales: “necesitan renovarse en todo: en los estatutos, los objetivos y las personas. No hablo de una renovación parcial; hablo de una renovación completa. Las asociaciones patronales requieren una refundación”. Denuncia este empresario de raza que en la actualidad “hay muchos empresarios españoles, entre los que me cuento, que no nos sentimos identificados con algunas de las asociaciones empresariales de nuestro país. Y no nos sentimos identificados por una razón fácil de entender: no tenemos los mismos valores que algunas de las personas que están al frente de esas organizaciones. Por decirlo de una forma muy llana, pero entendible, lo que nos preocupa a los empresarios es algo muy distinto de lo que les preocupa a ellos. No defienden los intereses de los colectivos a los que representan. No hacen nada por defender la competitividad de las empresas, que es al final la competitividad de España como nación”.

Alta tasa de paro

Todos coincidimos en que la lacra del paro es el principal problema de la economía española. ¿Y qué han hecho las asociaciones empresariales para afrontar este reto? González Soler responde: “las patronales españolas son las grandes ausentes en uno de los grandes problemas que arrastramos, que es el abismo que separa la formación en todos sus niveles de las necesidades de las empresas. La CEOE tendría que tener, y con carácter urgente, un estudio de esas necesidades del empresario para los próximos 5 a 10 años y ponerlas a disposición de las autoridades educativas. Si la universidad sigue siendo una fábrica de parados, si las empresas no encuentran en el mercado laboral los perfiles profesionales que necesitan para su actividad, se estará derrochando un inmenso dinero público sin ninguna utilidad para unos jóvenes bien formados, pero bien formados para no ser útiles a las empresas”.

Al día siguiente de que González Soler pronunció esas palabras, la patronal madrileña CEIM anunció que prescindía de las subvenciones públicas del Estado, Comunidad de Madrid y Ayuntamiento para restringir sus ingresos a las cuotas de sus afiliados y a los servicios prestados a empresas y administraciones públicas, con lo que el presupuesto pasa de 21 a tres millones de euros. La coincidencia en el tiempo entre el discurso del presidente del Grupo Alibérico y la valiente decisión de CEIM no es casualidad conociendo el ascendiente de González Soler sobre Juan Pablo Lázaro, quien defiende esta rompedora reforma para “garantizar la independencia de la patronal respecto al poder político y actuar sólo en defensa de los empresarios”.

Muy pocas asociaciones empresariales se atreven a una medida como ésta. Que recuerde, sólo Empresa Familiar de Castilla y León (EFCL), cuyos ingresos desde su constitución dependen exclusivamente de las cuotas de los socios y de patrocinios privados.

Imagen del empresario

González Soler, además de fundar el Grupo Alibérico (220 millones de facturación, más de 1.000 trabajadores e implantación industrial en 7 países de 4 continentes) sabe muy bien de lo que habla porque posee experiencia en el ámbito de las asociaciones empresariales al haber ocupado cargos en agrupaciones sectoriales tanto a nivel nacional como internacional. Además, en la actualidad es miembro de la Junta Directiva del Instituto de Empresa Familiar (IEF), vicepresidente de CEIM y vocal de las Juntas Directivas de CEOE y del Club Financiero Génova. Este experimentado empresario reconoce que a raíz de la complicada coyuntura económica surgió “la imagen del empresario como lo que realmente es: emprendedor; el emprendedor imprescindible. Hizo falta la crisis para convencer a la sociedad de la necesidad de empresas sólidas, con fortaleza suficiente para resistir el vendaval de la recesión y seguir pagando salarios y mantener los empleos. Tantas veces, demasiadas, a costa de nuestro patrimonio familiar”.

Me enteré del contenido del discurso de Clemente 15 días antes porque tuvimos una comida en Madrid en la que me esbozó las ideas de su intervención. Sorprendido por su valentía, le pregunté: “¿de verdad vas a decir eso en un acto público?”. Y con rotundidad contestó: “mira Alberto, poseo una empresa en un mercado no regulado, como pasa en otros sectores, la mayor parte de nuestra facturación procede de los mercados internacionales y, además, tengo una edad en la que me puedo permitir el lujo de decir ciertas cosas”. Y así fue.

6 comentarios

  1. Ya había leído tu interesantísima aportación en el número 235 de la Revista en papel. Es curioso ver como se considera un “lujo” ser independiente cuando actividad está respaldada por unos usuarios libres en su elección.

    Un cordial saludo

    1. Hola Ángel Luis: Por desgracia, esa independencia y espíritu crítico bien entendido brillan por su ausencia en muchas asociaciones. Gracias por participar en el post. Saludos.

  2. Que claridad de ideas !!!

    Yo soy empresaria y eso que explicas lo he pensado cientos de veces.. cómo me puede representar a MI ese ??

    Pero, soy currante y me dedico a sacar mi trabajo adelante!

  3. Hola Alberto.

    Ha mejorado esta situación en los últimos años? Estoy desarrollando un emprendimiento que ayudaría a las asociaciones empresariales a ser más sostenibles y orientadas a resultados para sus miembros.

    1. Hola: Pues depende la asociación. Algunas siguen funcionando de las subvenciones y otras sólo dependen de las cuotas de los socios. Saludos.

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