Realidades paralelas en tiempos de pandemia

La historia demuestra que los pueblos salen más fortalecidos cuando se unen para afrontar un desafío crucial, pero, desde luego, ése no es nuestro caso. Lejos de cohesionarnos como país, la pandemia del coronavirus ha resucitado en España nuestra atávica tendencia hacia la picaresca, hasta configurar una nación de realidades paralelas. Veamos.
Frente a los miles de trabajadores afectados por los ERTE o directamente despedidos ante el desplome de los mercados y el cierre de negocios, las mastodónticas plantillas de las estructuras públicas y chiringuitos de la Administración B permanecen inmunes a los ajustes tan necesarios en épocas de aguda crisis.
Dentro de los propios funcionarios, frente a la carga de trabajo soportada por unos pocos (especialmente los sanitarios), ingentes huestes de personal público han disfrutado de unas cuasivacaciones avaladas con la excusa de evitar contagios y enmascaradas con el teletrabajo, tal como me ha confesado más de uno en conversaciones domésticas que jamás se atreverían a exponer en público.
Frente a una casta política que no sólo no ha visto peligrar su sueldo o reducir sus emolumentos, sino que en algunos casos se han subido las nóminas pagadas con los impuestos de una exprimida sociedad española, los millones de trabajadores con los salarios congelados o ajustados para poder sacar adelante la empresa que les mantiene dentro de un exangüe mercado laboral.
Jóvenes
Frente a los miles de jóvenes obligados al exilio ante la falta de una salida profesional por el fuerte alza del desempleo, asistimos a la masiva y descontrolada llegada de inmigrantes ilegales acogidos con rapidez pese a que tampoco sabemos proporcionarles un futuro digno, como no sea el de vivir de los subsidios.
Frente a la consolidación de una ralea de vividores de ayudas públicas sostenidas por un déficit público desbocado, abandonamos a miles de autónomos que han perdido los ahorros conseguidos tras años de abnegado trabajo.
Frente al tropel de okupas auspiciado con el anuncio de leyes antidesahucios, tenemos a atemorizados pequeños ahorradores, muchos de ellos trabajadores, que con su esfuerzo durante toda una vida consiguieron comprar un inmueble para alquilar con el lícito objetivo de garantizarse un futuro económico más seguro.
Frente a las constantes ayudas para comprar las voluntades de los paniaguados improductivos, aumentamos la presión fiscal sobre las clases medias, autónomos y empresas, desmotivando de paso a los profesionales más competitivos.
Leguleyos con paroxismo regulador
Frente a los leguleyos con paroxismo regulador sin experiencia vital en la realidad de la economía productiva, capaces de redactar numerosas normativas susceptibles de diferentes interpretaciones, afianzamos en la inseguridad jurídica a los atónitos administrados incapaces de traducir y entender la enmarañada y esperpéntica literatura legal que puede provocar, y provoca, la ruina de muchos negocios.
Cuando dentro de unos años evoquemos esta crisis sanitaria, económica y social, desde luego que el recuerdo será muy diferente según el bando donde uno haya estado. Frente al dolor de los que perdieron a sus seres queridos, se quedaron sin trabajo, cerraron sus negocios o se arruinaron, estarán los que rememoren estos meses como un período anecdótico en el que durante un breve tiempo no pudieron tomarse unas cañas en su bar favorito; e incluso algunos se acordarán, con lógica satisfacción, de que aprovecharon estos peligrosos tiempos para vivir del cuento de forma vitalicia.
Comentarios
1# Enviado por Anónimo el sábado 9 de enero de 2021 a las 16:46
2# Enviado por JOSER ANTONIO el sábado 9 de enero de 2021 a las 14:25
3# Enviado por Juan Manuel Martín. el viernes 8 de enero de 2021 a las 20:15
4# Enviado por victor Martin-Calero Costales el jueves 7 de enero de 2021 a las 12:45
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