Bodegas
Esmeralda García, la ‘vigneron’ segoviana
La bodeguera de Santiuste de San Juan Bautista posee 6 hectáreas de viñedo prefiloxérico que alcanza los 200 años en algunas cepas

Para los aficionados al mundo del vino, hablar de viñas prefiloxéricas supone remontarse más de 150 años atrás, ya que fue a partir de 1863 cuando esta plaga arrasó los viñedos de media Europa. Algunas zonas escaparon y sobrevivieron a este parásito. Es el caso de las 6 hectáreas de cepas que Esmeralda García posee en Santiuste de San Juan Bautista (Segovia), su pueblo natal, de entre 150 y 200 años de antigüedad y que ella misma define como “verdadero patrimonio natural de Europa”. De hecho, cuenta con escrituras de su abuelo que atestiguan que el viñedo de la parcela de las Miñañas, nombre en honor a su abuela materna, cuenta con una longevidad de 205 años.
Esta joven bodeguera inició su trayectoria profesional en el mundo del vino en 2003, si bien no fue hasta 2014 cuando, tras regresar al pueblo que la vio nacer, constituyó su propia bodega, inicialmente con otro socio, aunque en 2016 da comienzo su andadura en solitario. “Las vivencias y experiencias acumuladas en estos años, tanto personales como profesionales, han ido perfilando mi forma de trabajar hasta llegar al momento actual”, señala.
6 hectáreas y una pequeña bodega para una producción anual inferior a las 18.000 botellas. “Son dimensiones deliberadamente buscadas para lograr abarcar mi oficio de agricultora, elaboradora, comercial y gestora de manera unipersonal: ser una vigneron”, relata Esmeralda, quien añade a este argumentario que al poder dedicar el tiempo que requiere cada proceso, “desaprendiendo técnicamente y volviendo a aprender de nuestra cultura y tradiciones, confiando y aprendiendo en la materia prima con la que trabajas, fui consiguiendo acercarme poco a poco a la elaboración artesanal y con el tiempo a una elaboración natural”. Así es como trabaja.
Vendimia manual
La vendimia se realiza de forma manual, ya que todos los viñedos están plantados en vaso y la elaboración se ejecuta sin la utilización de aditivos ni levaduras. Los vinos son embotellados y lacrados de forma manual.
“Siendo consciente de la edad de los viñedos con los que trabajo, su sabiduría y su adaptación al entorno, asumí que la actriz principal de esta película era la uva y yo solo era un actor secundario que formaría parte de su longeva vida. Y es ahí donde nacen los nombres de mis vinos de la variedad verdejo: de la adaptación de la misma variedad de uva, de un mismo pueblo a cada suelo y cada paisaje”, detalla Esmeralda.
Así, Arenas de Santyuste es un vino de pueblo elaborado a partir de uvas verdejo procedentes de viñedos de entre 140 y 200 años de diferentes parcelas de Santiuste. La producción ronda las 11.000 botellas. El Carrascal, Vayuste, La Fuentecilla y Vallejo son vinos de paraje, ya que proceden de uvas de diferentes parcelas del lugar que les da nombre. Sus producciones son exiguas, en torno a 550-600 botellas cada una de las referencias.
Las Miñañas es un vino de parcela, elaborado de un único pago familia. “La primera que mis abuelos compraron. Es la viña de mi infancia, de mi adolescencia y ahora de mi madurez”, subraya Esmeralda. Un vino que hasta ser embotellado en una de sus 500 botellas reposa en ánfora, sin microfilrar ni añadir ningún aditivo. Completan su gama de elaboraciones Michiko y Michika, 2 vinos de crianza biológica inspirados en la unión de las raíces paternas (Segovia) y maternas (Cádiz) de esta joven vigneron. Estos vinos se elaboran en ánfora a partir de uvas de 2 parajes (1 para cada vino), pasando después a bota y 3 cuartas jerezana de fino, respectivamente, para permanecer un año con crianza biológica bajo velo de flor.
Exportaciones
La producción anual de Esmeralda García se sitúa entre las 15.000 y las 18.000 botellas, de las cuales un 20% se dirige al mercado nacional y un 80% a la exportación, principalmente EE UU, Canadá, Francia, Alemania, Italia, Bélgica, Dinamarca, Noruega, Gran Bretaña y Japón.
Al ser preguntada por sus retos, se muestra tajante: “no me fijo ningún objetivo cuantitativo. Mi producción no varía desde hace un lustro y además creo que aún no he conseguido sacar todo el partido a lo que la tierra me da, a estos viñedos maravillosos. Es ahí donde pongo el foco”.
Más información en el número de marzo de Castilla y León Económica
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