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Vietnam, un dragón a la zaga de los tigres asiáticos

Vietnam quizá sea uno de los países del Sudeste Asiático que más ha evolucionado para sobrevivir a siglos de invasiones y guerras hasta convertirse a un comunismo de partido único que en los últimos años ha abrazado el capitalismo salvaje; donde China y Corea del Sur deslocalizan sus sectores textil y tecnológico, respectivamente; el boom inversor modula a su antojo el urbanismo de las grandes ciudades y también el paisaje de su amplia y bella franja costera; y la globalización conquista las redes sociales a las que sus jóvenes acceden sin censura. Con un crecimiento del 5,5% anual, la aspiración del dragón es alcanzar el desarrollo de sus vecinos los tigres asiáticos.
Bancales de arroz en las montañas norteñas de Sapa.
Bancales de arroz en las montañas norteñas de Sapa.

Luisa Alcalde

Si Ho Chi Minh levantara la cabeza, de su embalsamamiento en el mausoleo construido en mitad de la típica plaza de estética comunista hermana pequeña de Tiananmén en Pekín o de la Plaza Roja de Moscú, se caería de espanto al ver en primer lugar el endiosamiento con el que le veneran sus conciudadanos y en segundo lugar al comprobar los destellos de neón de los rascacielos de Hanoi, por donde el capitalismo y consecuentemente el consumismo se le colaron por la puerta de atrás. Él, cuya austeridad le motivó a despojarse poco a poco de cualquier lujo una vez en el poder; abandonando el palacete inicial que le tenían destinado por sucesivas casas más pequeñas y menos lujosas hasta llegar a su última morada, una reducida cabaña de madera rodeada de un precioso parque con estanque en mitad de Hanoi. 

Hanoi

Fundada en el año 1010 antes de Cristo, Hanoi es una de las ciudades más antiguas del Sudeste Asiático. Tiene una historia marcada por la violencia y en algunos momentos fue capital del Vietnam independiente hasta conseguirlo definitivamente tras la reunificación del país. Con más de ocho millones de habitantes y seis millones de motos, es una urbe cosmopolita, que aúna el legado del colonialismo francés que estableció un protectorado en Indochina durante casi un siglo, con la influencia china que ocupó el país durante 1.000 años y las reminiscencias asiáticas.

Pese a los bombardeos masivos por parte de EE UU que destruyeron barrios enteros durante la cruenta guerra librada entre 1955 y 1975, Hanoi ha logrado conservar una gran parte de su rico patrimonio en el que la mayoría de las dinastías dejaron su impronta. Además de los preciosos edificios coloniales de origen francés como la Ópera o el Palacio Presidencial, posee construcciones majestuosas como la Ciudadela Imperial de Thang Long, situada frente al mausoleo de Ho Chi Minh y declarada Patrimonio de la Humanidad. Otros atractivos arquitectónicos son las Pagodas del Pilar Único y Gran Quoc y el Templo de la Literatura. Fundado en 1070 en honor al filósofo Confucio, es el complejo más antiguo de Hanoi y fue sede de un centro de educación superior para formar a los mandarines durante más de siete siglos. Sorprende la disparidad de las preciosas esculturas de animales míticos para los vietnamitas como el dragón, la tortuga, el unicornio y el ave fénix con los altares repletos de ofrendas de frutas tropicales, galletas de mantequilla danesas y fotocopias de dinero.

Ubicado a las orillas del Río Rojo, en el casco urbano de Hanoi contrastan las elegantes avenidas de estilo europeo con presencia de todas las boutiques de lujo, donde los domingos al atardecer se animan con niños comiendo helados y montados en coches de juguete eléctricos que imitan vehículos de guerra y adolescentes improvisando bailes callejeros; con el abigarrado barrio viejo, el distrito comercial cuyos orígenes datan del siglo XIII. Conocido por el sobrenombre de las 36 calles por albergar 36 gremios artesanales, acoge cientos de comercios, restaurantes y casas antiguas, que merece la pena pasear o recorrer en tuk tuk.

Aunque en el verano el Mausoleo de Ho Chi Minh permanece cerrado para los trabajos de conservación del embalsamamiento, conviene acercarse para ver la típica construcción de estilo comunista y la veneración que aún le guardan sus conciudadanos. Fue un personaje determinante en la historia moderna de Vietnam, al dirigir las guerras contra los franceses y los estadounidenses, sentar la bases contra el colonianismo galo e implantar el comunismo en Indochina. Fue un intelectual cosmopolita que recorrió el mundo, dominaba varios idiomas, poeta y de vida austera. Murió 6 años antes del fin de la guerra y de la reunificación del país en 1975. En una de sus intervenciones, afirmó: “a los 13 años, oí por primera vez las palabras francesas libertad, igualdad y fraternidad. Entonces quise conocer la civilización francesa, buscaba saber lo que había detrás de esas palabras”, tal como recoge el libro Ho Chi Minh, vida y obra, editado por la Comisión de Estudio de la Historia del Partido Comunista de Vietnam.

Marionetas del Agua

También es aconsejable asistir al espectáculo de las Marionetas del Agua, un arte de 1.000 años de historia que en la antigüedad se representaba en los ríos, lagos y arrozales de las aldeas, de ahí su origen. Conjuga la inspiración de los maestros titiriteros con la música de orquesta tradicional. Las marionetas semejan dragones que escupen llamas y fuegos artificiales para narrar cuentos ancestrales de la cultura campesina.

A no demasiada distancia de Hanoi, lo que permite una escapada de un día, se encuentra Hoa Lu, la antigua capital de Vietnam en el siglo X, con hermosas pagodas y templos de las dinastías Dinh Bien Hoang y Le Das Hanh, visitas que se pueden compaginar con un delicioso paseo por los canales para deleitarse con los paisajes rurales en la embarcación típica Sampán, cuyas barqueras reman con los pies en un asombroso ejercicio de habilidad.

Pequeños bosques de bambú, plataneras, eucaliptos, árboles del pan, nenúfares y plantaciones de flor de loto iluminan la travesía hasta adentrarnos en la oscura humedad de las cuevas que salpican esta apacible senda acuática. Al salir una luz mortecina que amenaza lluvia delimita los morros calizos pintados de verde selvático en el horizonte. De regreso al puerto, los búfalos de agua rumian las pajas de arroz seco una vez segadas.

Los chaparrones del monzón chocan estrepitosamente contra los cristales del tren nocturno que viaja a Sapa, al norte del país frontera con China. El convoy es viejo y ruge y traquetea durante toda la noche como un animal dolorido. Poco antes de las 5 de la madrugada, las vendedoras de té del tren tocan a la puerta de madera del compartimento de 4 literas, lo que anuncia que está a punto de entrar en la estación de Lao Cai. Hasta llegar a Sapa, donde conviven 30 etnias y se encuentra el lugar más alto del país -el monte Fansipan de más de 3.000 metros de altitud- el autobús trepa por una sinuosa carreta de montaña que cruza el Río Rojo. Cuando la niebla se eleva por encima de los cerros desvela un paisaje bucólico. Bancales de arroz encharcados de agua reflejan la tenue luz de la mañana, arroyuelos en cascada y una vegetación exuberante engullen la calzada. El verde se vuelve omnipresente hasta llegar a esta pequeña localidad de casas abigarradas rociadas de carteles de comercios especializados en copias de ropa deportiva y de montaña y bares en torno a un lago.

Ubicado en las laderas orientales de los montes Hoang Lien o Alpes Tonkineses, Sapa fue descubierto por los jesuitas en 1918. Posteriormente, en 1922 los franceses lo convierten en una estación de montaña con villas, hoteles y pistas de tenis, como refugio estival por su agradable clima. Con la Segunda Guerra Mundial, la invasión japonesa en 1941 y posteriores escaramuzas bélicas con China, se abandona y así permanece hasta finales de los 80. Ahora ha vuelto a resurgir con el boom del turismo, lo que se observa en nuevas construcciones, que contrastan con la rehabilitación de otras antiguas o de la catedral francesa.

Una caminata, por las idílicas laderas circundantes de arrozales al sol, permite conocer las encantadoras aldeas de Lao Chai y Ta Van y descubrir las costumbres de las dos etnicas predominantes, los hmong negro vestidos de añil y los dao rojos. Más adelante, descendiendo por un sendero plagado de puestos de comida y recuerdos y amenizado por pollos y algún que otro búfalo de agua, se descuelga desde 100 metros la Thac Mac o la cascada de plata frente a casitas de madera abalconadas.

De regreso a Hanoi, un desvío conduce al mercado étnico de Coc Ly. La carretera se torna aún más serpenteante y atraviesa un paisaje de montaña convertido en vergel. Árboles frutales de ciruelas, chirimoyas, lichis, plataneras, piñas, mangos, cocos de aguas, bancales de arroz y campos de maíz engalanan una tierra roja regada por torrentes de lluvia del monzón. Un monzón, que convertido en tifón, dejará inundaciones y varios muertos, tres días después de nuestra marcha. El mercado de Coc Ly decepciona. Aunque sigue siendo el centro de reunión de las tribus de la zona, la globalización y las copias burdas han desnaturalizado las mercancías genuinas. La artesanía auténtica brilla por su ausencia. Lo más fidedigno son los puestos de fruta y comida. Las peluquerías improvisadas bajo sombrillas ejecutando cortes de pelo masculinos al estilo mohicano también llaman la atención.

Iniciado el regreso a Hanoi, impresiona una cobra de más de dos metros que un lugareño sujeta por la cabeza y da una idea de la variedad de ofidios que contienen las selvas del país. El camino hacia la capital recorre extensiones enormes de arrozales encharcados, trabajados por campesinos ataviados con el típico gorro de paja cónico. Las poéticas escenas se suceden durante kilómetros y la luz cambiante forma un crisol de reflejos que tintinean en el crepúsculo. Las tierras están decoradas por las tumbas de colores de sus antepasados como barcos varados en mitad de los arrozales.

Más de 92 millones de habitantes

Vietnam es un país eminentemente agrícola. De sus más de 92 millones de habitantes, dos tercios viven en el campo. Es el primer exportador de pimienta negra del mundo, el segundo de arroz y el tercero de café, incluyendo el engullido y luego defecado por una civeta, que se vende como el más caro del mundo, al gozar de un sabor peculiar al haber sido parcialmente fermentado por los jugos estomacales del mamífero.
Tras seis horas de autobús, un monumental atasco a la llegada a la capital culmina un largo día por carretera. Las motos zigzaguean por doquier, invaden las aceras y se saltan pasos de cebra y semáforos, lo que complica aún más un tráfico caótico, que caracteriza las grandes urbes vietnamitas y que sobrecoge a los turistas occidentales que no hayan cursado los másters de Nueva Delhi o El Cairo.

Al abandonar el centro de Hanoi, se recorren los barrios más populosos con las coloreadas casas-cohete, llamadas así por ser estrechas, altas y profundas, ya que cuantos más metros de fachada, más impuestos deben pagar al Estado. Aún así todas ellas tienen un negocio en la planta que da a la calle, adornadas a cada poco de marañas de cableado eléctrico.

Bahía de Ha-Long

En ruta hacia la Bahía de Ha-Long, se suceden los arrozales, no en vano Vietnam es el segundo productor mundial de arroz, tras Tailandia, donde se conocen hasta 80 variedades de este cereal. Antes de navegar, se puede visitar una granja de ostras, donde se conoce el curioso proceso del cultivo de las perlas y el diseño de joyas, con una apabullante oferta de referencias de muy variados precios.

Con acceso limitado para proteger la bahía, los juncos, embarcaciones típicas que recorren esta maravilla de la naturaleza declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, albergan a alrededor de 40 pasajeros para pernoctar durante una noche. Una experiencia memorable que permite grabar para siempre en la retina los cambios de luz que pintan de distintos verdes las aguas y los más de 1.969 (curiosamente año en que murió Ho Chi Minh) islas e islotes kársticos que bañan estas aguas. Un misterioso laberinto de 1.500 kilómetros cuadrados con formas peculiares, calas de arena y cuevas, que hay que saborear a fondo en cubierta, cuando la mayoría del pasaje lo abandona para practicar kayac u otras actividades. Nieblas que dan paso a rayos de sol se suceden de fuertes aguaceros que transforman en noche un día luminoso. Y en el mágico silencio de la aurora quizá pueda verse difuminada la sombra del gigantesco dragón que al lanzarse al golfo de Tonkin creó con los golpes de su cola los miles de islotes, según cuenta la leyenda -de ahí su nombre Ha-Long, que significa descendimiento del dragón-.

Para viajar a Da Nang hay que tomar un vuelo interno. Se trata de la tercera ciudad del país, situada en un lugar estratégico en el centro de la costa vietnamita, que fue utilizado por los franceses primero y por los estadounidenses después para invadir el país a través de sucesivos desembarcos en su perfecta bahía. Desde Da Nang se puede acceder fácilmente a dos lugares patrimonio de la humanidad, como Hoi An y Hue.

De camino a Hoi An, se observa a lo lejos un cementerio de españoles que ayudaron a los franceses a invadir el país y fueron víctimas de las fiebres tifoideas. Desde lo alto de la montaña, se divisa una costa virgen por poco tiempo, porque los terrenos que ocupa la colonia de leprosos situada en un lugar idílico ya han sido comprados por una cadena hotelera para instalar un resort de lujo.

Hoi An

Hoi An combina el turismo histórico con el de playa, no en vano está situada en una costa paradisiaca de aguas cálidas, con buena infraestructura hotelera. Declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1999, fue un importante puerto pesquero y sobre todo comercial entre los siglos XVI y XVIII, al que acudían mercaderes de China, Japón y Europa. Tiene un cuidado urbanismo de casas que datan de los siglos XVI y XVII, que se conservan intactas, como la del mercante Phung Hung, y destaca su impresionante casco histórico donde sobresale el puente cubierto japonés de 1595, la pagoda de Phuckien y la Asamblea Quang Dong. En sus numerosas cafeterías, restaurantes y tiendas ubicadas en antiguas casas alargadas pervive la atmósfera del esplendoroso pasado, que también se cuela en los edificios de la época colonial francesa teñidos de amarillo. Por la noche, el casco viejo es un espectáculo único en el mundo por los cientos de farolillos de colores iluminados que decoran sus calles y las velas encendidas en las canoas que pasean a los turistas por la mansas aguas del río Thu Bon. Tras una recomendable visita a la fábrica de seda y un relajante baño en el Pácifico, es imprescindible perderse entre sus callejuelas y cenar en uno de sus coquetos y concurridos restaurantes.

La Montaña de las Nubes

Para llegar a Hue hay que tocar el cielo ya que se atraviesa la Montaña de las Nubes, donde en lo alto aún pueden divisarse los búnkeres que los estadounidenses instalaron en esta elevación estratégica. Se atraviesa una zona muy boscosa que alberga animales salvajes como el mono de patas rojas en peligro de extinción, el oso-perro y el oso-caballo, serpientes y ciervos, entre otros. En invierno gana encanto por las numerosas cascadas de agua que se precipitan por los cerros. Antigua ciudad imperial, Hue es uno de los centros culturales e históricos más importantes de Vietnam y tiene fama por su tradición intelectual y budista y por su sofisticada cocina. Ubicada junto al río Perfume, llamado así por el aroma que exhalan las flores de sus riberas, Hue conserva monumentos únicos como la grandiosa Ciudadela Imperial -una gran fortaleza construida a lo largo de 40 hectáreas por el rey Gia Long, que combina la geometría china con los principios militares del arquitecto francés Sebastián de Vauban, y de la que aún se puede disfrutar gracias a los trabajos de restauración que han recuperado su esplendor perdido durante las guerras de Indochina-; el mausoleo del emperador Minh Mang, la tumba de Tu Duc y la pagoda de Tien Mu de siete pisos, vinculada con el monje bonzo Thich Quàng Duc que se inmoló en 1963 como protesta por las persecuciones sufridas por los budistas por parte del gobierno de Ngo Dinh Diem y que inmortalizó el fotógrafo Malcolm Browne, lo que le valió el Premio Pulitzer. Desde entonces ese tipo de suicidio protesta se denomina muerte a lo bonzo.

Ho Chi Minh (Saigón)

Desde Hue, se vuela con facilidad a Saigón, su capital comercial y la ciudad más poblada de Vietnam con diez millones de habitantes y ocho millones de motos y una extensión de 2.000 kilómetros cuadrados. Rebautizada como Ho Chi Minh en 1975 cuando Vietnam del Norte toma la urbe tras el fin de la guerra con EE UU, atrae por su imagen cosmopolita y su ritmo trepidante. Capital de la Conchinchina en la segunda mitad del XIX bajo dominación francesa, fue favorecida por la arquitectura colonial y numerosas infraestructuras, lo que la valió el sobrenombre del París de Oriente. Conserva edificios de esta época en el barrio francés como la catedral de Norte Dame, la Casa de la Ópera y la oficina de correos de Eiffel, escenario de los numerosos cables de los corresponsales enviados durante la Guerra de Vietnam.

La frenética actividad de las avenidas del distrito centro con sus boutiques de lujo y llenas de puestos de comida callejera y, que se acrecienta aún más si cabe en el bullicioso mercado de Ben Thanh, contrasta con la calma que representan a modo de oasis los hoteles históricos como el Caravelle o el Rex, donde sirven un cóctel que la revista National Geografhic ha calificado como una de las 5 razones para viajar a Saigón. Sin olvidarnos del Hotel Continental, donde Graham Greene escribió El americano impasible. Es aconsejable una atenta visita al histórico Palacio Presidencial y al Museo de la Guerra, para comprobar de primera mano el armamento utilizado en este sangriento conflicto, pero sobre todo la barbarie de la confrontación a través de las magníficas fotos de los corresponsales y el horror de las consecuencias del gas naranja y del napalm mediante la exposición de imágenes con cuerpos y rostros con malformaciones e incluso de perturbadores recipientes que contienen fetos deformados.

Hay un dicho que refleja de manera muy gráfica lo que significó la Guerra de Vietnam para el país: “El que no tenga en la familia un mártir o un inválido no es vietnamita”. Durante el conflicto bélico entre los años 1955 y 1975 para impedir la reunificación de Vietnam bajo un gobierno comunista, los norteamericanos lanzaron tres millones de litros de napalm y gas naranja, y es que el tonelaje de bombas lanzado en Indochina fue más del doble de la cantidad derribada en Europa durante la II Guerra Mundial. Hoy en día el 18% del territorio aún tiene explosivos, que con el calor a veces explotan provocando incendios.

Un guerra en el cine y en la literatura

Las consecuencias de esta contienda, que se origina como una guerra civil entre Vietnam del Norte pro comunista y Vietnam del Sur pro occidental, fueron entre 3 y 5 millones de muertos vietnamitas por unos 65.000 soldados de EE UU. La contienda ha inspirado obras maestras tanto en el cine, con películas como Apocalypse Now dirigida por Francis Ford Coppola, como en el periodismo con el libro Despachos de guerra, donde Michael Herr escribió: “Vietnam fue lo que tuvimos en vez de una infancia feliz”.  

Aunque los vietnamitas expresan abiertamente que no guardan rencor y que solo piensan en olvidar y en el futuro, todavía conservan sus miedos y un ejemplo claro es su ejército, uno de los más numerosos del mundo con tres millones de efectivos, con un servicio militar obligatorio de dos años, a excepción de las mujeres y los universitarios, que sin embargo deben aprender durante dos meses el uso de las armas.

Quizá sea también una reminiscencia de su pasado violento, caracterizado por guerras e invasiones. No hay que olvidar que en sus 4.000 años de historia, durante un milenio estuvieron invadidos por China, otros 1.000 años bajo influencia del periodo Sampa -los señores feudales-, 92 años de protectorado francés, incluida la invasión de los japoneses en la II Guerra Mundial, 20 años de lucha contra los estadounidenses y la posterior guerra contra el régimen genocida de los Jemeres Rojos liderados por el fanático Pol-Pot en la vecina Camboya. Tras esas contiendas, la frontera del norte vuelve a ser invadida por los chinos y hasta 1992 no firman el acuerdo de paz, al tiempo que finaliza el embargo impuesto por EE UU.

Período de apertura

Tras unos años de comunismo férreo, comienza la apertura hacia el capitalismo siguiendo el modelo chino de Un país, dos sistemas y los vietnamitas se vuelcan con el trabajo para prosperar, en un mercado donde el salario medio ronda los 250 dólares. “Ahora en Vietnam no se pasa hambre”, dicen los que nacieron durante la larga contienda contra los estadounidenses y que recuerdan las penurias del pasado.

Las nuevas generaciones, sobre todo las que viven en las ciudades, apuestan por aumentar su formación en una enseñanza que combina la educación publica gratuita más común en las zonas rurales, y la privada, para quien se la pueda permitir, entre otros los hijos de los altos funcionarios del partido comunista. Jóvenes que al anochecer disfrutan en los barrios elegantes del centro de Saigón, que se extienden desde el Ayuntamiento hacia el río, sentados en las aceras y whatsappeando con sus móviles, envueltos en el vibrante ritmo de una ciudad iluminada por destellos de neón de sus rascacielos y que aún preserva el halo canalla de un tiempo pretérito disfrazado de espías, oficiales, corresponsales de guerra, contrabandistas, golfos y prostitutas.

Delta del Mekong

Para contrarrestar el progreso de Ho Chi Minh, se puede realizar una excursión de un día al Delta del Mekong, uno de los grandes ríos de Asia, con 4.200 kilómetros de longitud, que nace en el Tíbet y recorre países como China, Birmania, Laos, Tailandia, Camboya hasta desembocar en el Mar meridional de China que baña Vietnam, donde se bifurca en dos brazos hasta dividirse en nueve como los nueve dragones -nombre por el que se le conoce en Vietnam-, que riegan su enorme Delta, de 60.000 kilómetros cuadrados de extensión.

Pese a estar amenazado por las grandes presas que se están construyendo en territorio chino, las técnicas de pesca empleadas y la deforestación de su cuenca, el Delta del Mekong es uno de los lugares más singulares del país que apenas ha cambiado al conservar su autenticidad. Los tapices de los arrozales se combinan con un paisaje cada vez más tropical, caracterizado por grandes plantaciones de plataneras, salpicadas por granjas de patos, para pasar cerca de la desembocadura, donde el agua se torna salada, a enormes extensiones de cocoteros, fruta de la que usan todos sus derivados, desde su agua, carne y aceite hasta su fibra para elaborar alfombras. Hay que probar su refrescante jugo y los golosos caramelos. Y luego para el almuerzo, degustar el plato tradicional de la zona: el pez Oreja de Elefante elaborado a la plancha y cuya carne se mezcla con verdura fresca, piña y hierbas aromáticas en los típicos rollitos vietnamitas. Escenas pintorescas en un entorno pintado por casas sobre pilotes, barcazas, mercados flotantes y mansiones chinas y francesas de la época colonial se combinan con una naturaleza exuberante, de espesos manglares y bosques tropicales.

Para navegar este laberinto fluvial, es muy recomendable tomar una sampan, una pequeña barca tradicional conducida a remo, que te traslada por este denso universo esmeralada de estrechos canales. También es divertido recorrer en tuk tuk los angostos caminos que zigzaguean entre los fecundos huertos y frondosos jardines, que te trasladan al edén.

Templos de Angkor en Camboya

Como colofón de este intenso viaje, nada mejor que viajar a Camboya, en un vuelo en avión de hélices desde Ho Chi Minh a Siem Reap,  que apenas dura hora y media, para disfrutar de una de las principales maravillas del mundo como son los templos de Angkor, antigua capital del Imperio Jemer y un enclave de gran importancia arqueológica. Desde la caída del Jemer Rojo de Pol Pot, partido maoísta extremista que se hizo con el poder en 1975 y que cuando fue derrocado por los vietnamitas en 1979 había perpetrado uno de los mayores genocidios de la historia al asesinar a dos millones de camboyanos de una población total en aquella época de siete, los templos se han abierto poco a poco al mundo. Aunque milagrosamente, este complejo religioso se conservó bastante bien pese a los bombardeos, ahora el proceso de restauración está en plena actividad, tras la retirada de la artillería aún sin detonar escondida en la densa vegetación selvática.

Durante 6 siglos, del año 802 después de Cristo al 1432, Angkor fue el centro político y religioso del gran Imperio Jemer cuyas fronteras se extendían desde el mar de la China Meridional hasta casi la bahía de Bengala.

Los primeros testimonios

Los primeros occidentales en descubrir y describir los templos de Angkor fueron los frailes españoles a finales del siglo XVI. Incluso el misionero Marcelo de Ribadeneira llegó a publicar en 1601 su Historia de las islas del archipiélago y reynos de la gran China, Tartaria, Cuchinchina, Malaca, Sian, Camboxa y Iappon, y de lo sucedido en ellos a los religiosos descalcos.

Considerada como una de las obras maestras de la arquitectura del sudeste asiático, es preciso hacer una selección de los templos más importantes, como Angkor Wat, el mayor monumento religioso del mundo, que significa ciudad que es un templo. Construido en el siglo XII por Suryavarman II y dedicado al dios hindú Visnú, es el complejo más espectacular y visitado por los turistas con sus cinco torres en forma de loto. Son magistrales las intrincadas tallas que decoran sus muros, los soberbios bajorrelieves y las magníficas esculturas de bailarinas celestiales con seductoras posturas y ataviadas con ricas joyas y tocados. La nota de color la ponen los pequeños altares improvisados en algunas esquinas, cuidados por jóvenes monjes vestidos con túnicas naranjas o ancianas de blanco que bendicen a los visitantes.

Templo de las Caras

Para degustar una síntesis de todos los estilos arquitectónicos precedentes, el mejor ejemplo es el templo de Bayon en Angkor Thom, también conocido como el Templo de las Caras, ya que las imágenes de buda aparecen representadas en sus 54 torres, con un rostro de piedra en cada uno de sus cuatro lados, lo que suman un total de 216 caras. Cuando azota el monzón con un aguacero tormentoso, la lluvia inunda de llanto los ojos de los budas y las piedras rezuman fluido por cada una de sus grietas. De esta joya arquitectónica, donde sobresale su impresionante puerta, también destacan los perfectos bajorrelieves con escenas de batallas.

De camino a otros templos, se pasa por la Terraza de los Elefantes, una estructura de más de 300 metros de longitud y construida por el rey Jayavarman VII.
Para comprobar cómo la naturaleza se adueñó de los templos tras 200 años de abandono, hay que perderse en el Ta Prohm o Templo de los Árboles, donde las enormes raíces de secuoyas y ficus abrazan la construcción hasta estrujarla literalmente, dificultando los trabajos de restauración. Sin duda, uno de los complejos más misteriosos, ya que un paseo entre sus piedras teñidas de verdín y líquenes y su laberinto de raíces constituye una experiencia única en el mundo.

Uno de los templos más antiguos, que data de los años 965-1080 después de Cristo, es el de Banteay Srei, más conocido como Templo de la Ciudadela de la Mujer, que se caracteriza por ornamentales filigranas de tallas de sensuales bailarinas celestiales y sus intrincados dinteles de piedra labrada. Las esculturas de los monos en un entorno de piedra rojiza que coge el color de la tierra de alrededor resultan encantadoras.

Vampiros

Uno de los templos más peculiares es Prasat Neak Pean o el de las Serpientes Enrolladas, una construcción única del siglo XII en torno a un estanque artificial con cuatro estanques cuadrados menores a su alrededor. En el centro hay una isla artificial dedica a santuario-hospital, donde acudían los peregrinos para que los sanaran mediante medicina tradicional. También frecuentaban este lugar las víctimas de los vampiros, sobre todo las parturientas que eran atacadas por unos seres provistos solo de su cabeza con los intestinos colgando para chupar la sangre de la placenta, según las creencias actuales de los lugareños.

Para poder disfrutar de una parte de los templos es necesario alojarse en la bulliciosa ciudad Siem Reap que sirve de acceso a Angkor y que posee un museo muy recomendable que alberga los tesoros encontrados en los templos, como la impresionante galería de los 1.000 budas. Ciudad turística por excelencia, cuenta con multitud de hoteles y restaurantes de gran montaje y espléndida oferta gastronómica. Sus mercados y sus calles se animan por la noche con locales con bandas de jazz y DJ pinchando moderna música en un ambiente cosmopolita.

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