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Lo que no llegué a decir a un futuro empresario

Por: Alberto Cagigas
Ser empresario es, en la actual España, uno de los mayores desafíos vitales a lo
Ser empresario es, en la actual España, uno de los mayores desafíos vitales a los que puedas enfrentarte; es como ascender un 8.000 donde todos los días corres el riesgo de ser sepultado por una avalancha configurada por la feroz competencia, los burócratas vampirizadores, los marxistas de nuevo cuño o los quejumbrosos especialistas en vivir de los subsidios generados con los recursos de tu esfuerzo.

En el acto de la entrega de los XIII Premios Castilla y León Económica, se me acercó un alumno de la Facultad de Comercio de la Universidad de Valladolid, a cuyos estudiantes su decano José Antonio Salvador Insúa anima a que asistan a nuestros eventos para que tengan un conocimiento real del mundo empresarial, para que luego digan que no hay profesores con vocación en el ámbito académico, para preguntarme dónde podría acudir para facilitarle las gestiones para montar un negocio y dónde tendría la posibilidad de acceder a financiación externa. En ese momento, estábamos en el vino español que ofrecemos en el hall de la Feria de Valladolid, donde los empresarios ganadores celebraban su reconocimiento en los galardones, por lo que compartían espacio el presente y el futuro de la clase empresarial de Castilla y León.

Al potencial emprendedor le di varios consejos sobre las cuestiones que le preocupaban, pero como tenía que atender al resto de los alrededor de 700 invitados, me quedé con las ganas de decirle muchas más cosas que no tuve tiempo de explicarle, aunque a lo mejor también me callé porque no le quería desanimar. Me emocionó su bisoñez, su cándida ilusión, sus ganas por labrarse, él mismo, un futuro.

Y evité decirle que si aspira a crear una empresa le espera la incomprensión generalizada de su familia y de sus amigos; la renuncia a compartir más tiempo con las personas queridas; la envidia de los demás si tienes éxito (“ha sido un golpe de suerte”, le dirán, como si hubiera comprado un décimo premiado de la Lotería); la alegría de los otros si fracasas (“si ya se lo dije yo”, le escupirán); la kafkiana maraña burocrática y legal creada artificialmente para mantener chiringuitos administrativos que te quitan tiempo y dinero justo en el momento más delicado, como es cuando constituyes una empresa; las elevadas cargas fiscales que succionan los recursos de tu negocio; la alta posibilidad de que, al ubicarte en Castilla y León, te sometan a una inspección inquisitorial de Hacienda o de Trabajo donde te tratarán como a un delincuente porque eres sospechoso hasta que no demuestres lo contrario; el rechazo que sigue produciendo la figura del empresario en un amplio espectro de la sociedad, donde serás repudiado pese a generar empleos y realizar generosas donaciones, tal como le ocurre a Amancio Ortega; o la incertidumbre que te acompañará toda tu vida cada vez que te levantes por la mañana porque vivimos en una época en la que las nuevas tecnologías y los mercados globalizados generan una gran volatilidad en todos los sectores.

La mejor alternativa

En esta España en la que parece que nuestros gobernantes apuestan por un suicida modelo económico de inspiración comunista basado en subir los impuestos y aumentar el gasto público en plena desaceleración, un derroche que será pagado por los empresarios, los autónomos, los profesionales y la clase media; también me quedé con las ganas de decirle al joven estudiante que si pese a estas adversidades se mantiene en la idea de crear su propio negocio, habrá optado por la mejor alternativa, porque ser empresario es, ante todo, una forma de entender la vida, una vocación inasequible al desaliento. Ser empresario es, en la actual España, uno de los mayores desafíos vitales a los que puedas enfrentarte; es como ascender un 8.000 donde todos los días corres el riesgo de ser sepultado por una avalancha configurada por la feroz competencia, los burócratas vampirizadores, los marxistas de nuevo cuño o los quejumbrosos especialistas en vivir de los subsidios generados con los recursos de tu esfuerzo.

Y, por último, me quedé con las ganas de decir al alumno de la Facultad de Comercio que si aún así insiste en fundar su empresa, se debe a que pertenece a la estirpe de aquéllos que prefieren vivir de su propio proyecto, de los que optan por la libertad sobre la seguridad. Espero que algún día, ese joven, lea estas líneas.

1 comentario

  1. Buenos días, Alberto.
    Estupenda radiografía de las diferentes situaciones que deben conocer los futuros emprendedores.
    Gracias por tus reflexiones.

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