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Los atractivos rurales de Castilla y León para atraer población

Viviendas más grandes y baratas, coste de vida más económico, menores aglomeraciones y aire de mayor calidad son algunas de las ventajas de los pueblos para captar a los urbanitas, según un informe de GRI
municipios castilla león sin acceso rápido internet
El 90% de los municipios de Castilla y León no tiene acceso a Internet rápido, lo que se denominan ‘zonas blancas’.

La crisis sanitaria mundial de este último año ha supuesto un cambio en la vida y las rutinas de muchas personas. Es un momento clave para revertir la sangría demográfica de la España vaciada y el potencial de los pueblos de Castilla y León es elevado. Sin embargo, la dificultad de acceso a determinados servicios supone una barrera para atraer a nuevos pobladores rurales. Gabinete de Recolocación Industrial (GRI) elabora en exclusiva para Castilla y León Económica el informe Éxodo Urbano y Pandemia, en el que se recoge que uno de los principales factores que han contribuido al proceso del éxodo urbano es la búsqueda de entornos más seguros en los que vivir, con una mayor calidad del aire y menos aglomeraciones, para evitar el contagio del Covid-19. En este sentido, la vida en entornos rurales se configura como una alternativa a la opción urbanita mucho más segura en tiempos de pandemia. 

La irrupción de la pandemia ha producido un cambio en el ideario social: si antes se admiraba y ensalzaba la vida en las ciudades no sólo por las oportunidades laborales que ofrecía, sino también por las alternativas de ocio y culturales, así como la facilidad de acceso a ciertos servicios inconcebibles en entornos rurales, lo cierto es que con la llegada del Covid-19 se ha comenzado a poner en valor otros aspectos propios de los entornos rurales, lo que ha permitido el surgimiento de un éxodo urbano, que aún con datos modestos en términos de movilidad, que no llegan a revertir el fenómeno opuesto, se constituye como una realidad de dimensiones cada vez mayores con el suficiente peso como para realizar un análisis de sus causas e implicaciones.

Relevancia de la calidad del aire

La calidad del aire ha cobrado especial relevancia a raíz de la pandemia y es uno de los atractivos del mundo rural. En Madrid, en el año 2020, 14 de las estaciones que miden la contaminación por ozono troposférico registraron más de 25 superaciones del valor máximo recomendable. En comparación, en Castilla y León es buena, con contaminantes por debajo de la referencia de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Además, son bastantes las zonas de la comunidad autónoma que cuentan con una catalogación de aire excelente.

A nivel general, se puede afirmar que el aire en la región es bueno, salvo excepciones puntuales que presentan mínimas superaciones de los valores establecidos como saludables y que corresponden a determinadas zonas de Ávila, Segovia y Salamanca. Castilla y León cuenta con 54 estaciones de medición, de las que 30 han registrado valores por debajo del 25% del valor límite y 16 por debajo del 50%, lo que pone de manifiesto la buena calidad del aire respecto a los gases procedentes del tráfico rodado. Las zonas que registran mejores datos son las áreas rurales poco pobladas, con mayores espacios naturales que limpian y purifican el aire. Este aspecto supone un atractivo para los urbanitas, que en la actual situación de pandemia buscan lugares de residencia más salubres y epidemiológicamente más seguros. 

Baja densidad de población

Otro atractivo que presenta Castilla y León para la fijación de nuevos pobladores en entornos rurales procedentes de las grandes urbes en tiempos de pandemia es la baja densidad de población que presenta, según el informe de GRI. Las grandes masificaciones de las ciudades son un factor más que contribuye a la expansión del virus. La comunidad autónoma de Madrid presenta una densidad de población de 840 habitantes por kilómetro cuadrado, mientras que la capital alcanza los 5.265,91 habitantes por kilómetro cuadrado, lo que la sitúa como la segunda ciudad más poblada de Europa, por detrás de París. En contraposición con estos datos está Castilla y León, en la que el 70% del territorio es un desierto demográfico sin habitantes, con dos tercios de los municipios con una densidad de población por debajo del límite que la UE marca para hablar de un problema de despoblación grave.

Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), 7 de cada 10 municipios presentan una densidad de población inferior a diez habitantes por kilómetro cuadrado. Todo esto se traduce en que de las 2.248 localidades que constituyen Castilla y León, 1.585 presentan una grave despoblación. Si la media nacional de densidad de población es de 92 habitantes por kilómetro cuadrado, la de Castilla y León se sitúa en 25,67 habitantes. 

Por provincias, Valladolid es la que cuenta con una mayor densidad de población, con 64,1 habitantes por kilómetro cuadrado, seguida de León (29,79) y Salamanca (26,84). Este factor, que se deja notar especialmente en los entornos rurales, es clave para la atracción de población urbana que decide abandonar la masificación de las ciudades en tiempos de pandemia. 

Adecuación de las viviendas tras el confinamiento

Por otro lado, el largo confinamiento vivido en España despertó el interés y la preocupación por la adecuación de las viviendas. Las largas estancias en casa hicieron patente, por un lado, las necesidades y carencias de los hogares y, por otro, despertaron el interés por ciertas características concretas de los domicilios. El confinamiento frenó el ocio en el exterior, pero supuso un incremento en el gasto de adecuación de viviendas, en las que se pasaba gran parte del tiempo. Se empezó a valorizar ciertos aspectos que hasta ese momento no tenían tanta importancia, la disposición de espacios exteriores en los hogares se convirtió en una característica indispensable y el tamaño comenzó a jugar un papel importante.

Desde el confinamiento ha aumentado el interés por viviendas más grandes, que posibiliten, por ejemplo, la adecuación de espacios para el fenómeno del teletrabajo. Esta búsqueda de mayores viviendas y con espacios exteriores supone en la mayoría de los casos abandonar el centro de las ciudades y buscar alternativas en entornos rurales, donde el precio además es más asequible. 

Hogar medio: entre 30 y 60 metros cuadrados por ocupante

Según datos del INE procedentes de la encuesta continua de hogares 2020, y recogidos por el estudio de GRI, la mayoría de los hogares españoles, en concreto el 40,4%, dispone de una media de entre 30 y 60 metros cuadrados por ocupante; mientras que un 27,4% cuenta con entre 20 y 30 metros cuadrados por persona; un 17,5%, más de 60 metros cuadrados; y un 14,2%, entre diez y 20 metros cuadrados por ocupante. Pero si nos centramos en el número de hogares que disponen de menos de diez metros cuadrados por miembro de la unidad familiar, la cifra se sitúa en el 0,7%.

Castilla y León presenta una de las cifras más elevadas: un 45,1% de los hogares castellanos y leoneses dispone de entre 30 y 60 metros cuadrados por habitante; un 24% de 20 a 30 metros cuadrados; y un 21,5% de más de 60 metros cuadrados por ocupante.  

Las viviendas en Castilla y León de media son más grandes que en ciudades como Madrid o Barcelona, pero además, si se compara con las dimensiones de las viviendas del entorno rural castellano y leonés las diferencias son aún más claras.

Conforme más grandes son los municipios más pequeños son los inmuebles. Así, en los municipios de menos de 1.000 habitantes de la región, casi el 60% de los inmuebles cuenta con más de 90 metros cuadrados y otro 22,82% tiene una superficie de entre 76 y 90 metros cuadrados. Por el contrario, en los municipios de entre 100.000 y 500.000 habitantes, sólo el 25,8% de las viviendas tiene más de 90 metros cuadrados y un 41% dispone de una superficie menor de 75 metros cuadrados.

Esta mayor amplitud de las viviendas en los entornos rurales de Castilla y León suponen un gran atractivo para nuevos pobladores rurales que busquen huir del hacinamiento en pequeños pisos característicos de las grandes urbes y que las nuevas modalidades de trabajo online les posibilitan la residencia en enclaves alejados de sus lugares de trabajo. 

Bajo precio de la vivienda en núcleos rurales

Otro factor atractivo de los núcleos rurales de Castilla y León es el bajo precio de los hogares en comparación con el de las grandes ciudades. Según datos de Idealista, el precio de las viviendas en pueblos es un 52% más barato que en las capitales. Además, señala que esta diferencia es aún mayor en las de los municipios de menos de 5.000 habitantes. Comprar una vivienda en uno de estos pueblos tiene un precio de 834 euros por metros cuadrado, mientras que el precio medio de las capitales en España se sitúa en 1.729 euros por metro cuadrado.

En todas las capitales de provincia de Castilla y León el precio de la vivienda por metro cuadrado es más barato que en las grandes ciudades españolas: en San Sebastián (Guipúzcoa) el precio por metro cuadrado alcanza los 4.834 euros, mientras que en los pueblos de menos de 5.000 habitantes de esa provincia es más alto que en cualquiera de las capitales de Castilla y León, alcanzando los 2.607 euros por metro cuadrado. Por su parte, en la región el valor más alto en una capital de provincia se da en Salamanca, con 1.650 euros por metro cuadrado. 

Además, si la comparativa del precio por metro cuadrado se realiza entre las grandes capitales de España y los pequeños municipios de Castilla y León de menos de 5.000 habitantes las diferencias son aún mayores: si el precio medio por metro cuadrado en la ciudad de Madrid se sitúa en 3.609 euros por metro cuadrado, en los municipios de menos de 5.000 habitantes de Zamora es de sólo 557 euros por metro cuadrado, lo que la convierte en la provincia de Castilla y León con el valor más bajo de la vivienda en entornos rurales. Por su parte, en Segovia, que presenta las viviendas de pequeños municipios más caras, el precio por metro cuadrado (828 euros) queda muy lejos del que alcanza la capital de España. 

Encarecimiento de los inmuebles

La vuelta al campo a raíz de la pandemia ha tenido consecuencias en el precio de las viviendas rurales, que se han visto encarecidas debido a la mayor demanda. Este incremento se nota especialmente en Castilla y León, que ha visto como las viviendas de sus municipios de menos de 5.000 habitantes crecieron un 9% en junio de 2020 con respecto al mismo período de 2019, anterior a la pandemia. La provincia de Soria es la que más nota este encarecimiento, con una subida del 17,9% del precio por metro cuadrado; mientras que en Salamanca se incrementó en un 16,4%; y en Valladolid y Segovia, las provincias con un menor aumento, el valor se situó en un 5,5%. Estos datos contrastan con la ligera subida que sufrió el precio por metro cuadrado de las viviendas de municipios de menos de 5.000 habitantes de Madrid, que se crecieron sólo un 0,7% con respecto a antes de la pandemia.

El informe elaborado por GRI concluye que el atractivo y el interés por los pueblos castellanos y leoneses es cada vez es mayor y todos los factores analizados anteriormente son claves para atraer y fijar población revitalizando los pueblos de la comunidad autónoma tras décadas de sangría demográfica.

Éxodo rural con la industrialización

Durante la última década, en España, el fenómeno conocido como neorruralismo ha ido adquiriendo cada vez más relevancia, si bien se trataba de algo residual frente a la tendencia migratoria mayoritaria -el éxodo rural-, el abandono de las zonas rurales hacia los grandes núcleos urbanos motivado principalmente por las mayores perspectivas laborales, el mayor acceso a servicios y mayores alternativas culturales y de ocio. Este fenómeno tiene como consecuencia la masificación de las grandes ciudades y el surgimiento de la llamada España vaciada. El denominado período de desarrollismo español, de la década de los 60, tiene grandes efectos migratorios, produciendo el inicio del denominado éxodo rural, que ha durado hasta nuestros días.

El profundo proceso de industrialización que sufrió España en los años 60 atrajo a las ciudades a miles de personas procedentes de entornos rurales en busca de salidas laborales. Estos movimientos migratorios se sujetan en la premisa el campo expulsa, pero la ciudad atrae. Las bajas oportunidades que el entorno rural ofrecía no hubieran sido suficientes para originar el fenómeno migratorio si las ciudades no fueran enclaves atractivos por las oportunidades que generaban y los beneficios que se atribuía a vivir en ellas. 

A partir de la década de los 80, la industrialización dejó paso a la globalización, producida por los avances tecnológicos, pero también por la apertura de España al exterior, aumentando considerablemente la movilidad territorial en España. Según datos del INE sobre las variaciones residenciales, se pasó de unas 300.000 migraciones interprovinciales anuales a unas 600.000 en el comienzo del nuevo siglo.

Transformación del proceso de urbanización

Uno de los efectos que la globalización provocó fue la transformación del proceso de urbanización: las migraciones ya no estaban sólo caracterizadas por el éxodo de las zonas rurales a las urbanas, sino que los núcleos que atraían población eran principalmente las grandes ciudades del país, como Madrid y Barcelona, fenómeno conocido como metropolización. Si el proceso de éxodo rural de la España de los años 60 se caracterizó por la migración de los jóvenes de entornos rurales a las capitales de provincia para trabajar en la incipiente industria, ahora es la generación millennial la que emigra a las grandes metrópolis españolas en busca de mayores oportunidades laborales. Desde el año 1975, la población española ha aumentado alrededor de un 36%, pasando de 34,2 millones de habitantes en 1975 a aproximadamente 46,9 en 2021. Este incremento de población se ha visto reflejado en ciudades como Madrid, que ha sufrido crecimiento de población del 73% durante este período; mientras que otras ciudades como Soria han reducido el tamaño de su población en un 23%.

Merma de la población rural

Entre los años 2000 y 2017, la población rural mermó un 9%, al pasar de 8,5 millones a menos de 7,7 millones. En la última década (2010-2019), nueve comunidades autónomas han perdido población (Extremadura, Galicia, Castilla y León, Asturias, Aragón, Cantabria, Castilla-La Mancha, Comunidad Valenciana y La Rioja). Es una despoblación eminentemente rural, que afecta en mayor medida a los pequeños municipios. En España, según datos del INE recogidos en el estudio de GRI, hay 6.815 municipios de menos de 5.000 habitantes que concentran a 5,7 millones de personas, el 12% del total, de los cuales 5.620 han perdido población en la última década, lo cual quiere decir que ocho de cada diez municipios menores de 5.000 habitantes ha perdido vecinos en la última década. En cuanto a los pueblos de menos de 1.000 habitantes, en el mismo período, la despoblación alcanza el 86% de los casi 5.000 localidades. 

Estos datos reflejan el éxodo rural que se está produciendo en España, de manera más o menos intensa, desde la década de los años 60. En cambio si analizamos los datos de evolución de población de las pequeñas ciudades y capitales de provincia se observa como la despoblación también llega a ellas: 29 capitales de provincia, según datos del INE, han perdido población en la última década, lo que es un reflejo del proceso de metropolización que se está produciendo en España.

El 87% de los municipios de Castilla y León ha perdido población entre 1998 y 2018 y es la comunidad autónoma que presenta más municipios con en esta situación, seguida de Asturias y Extremadura. En el extremo contrario se encuentra Madrid, en la que sólo el 4,47% de sus municipios redujo sus habitantes en este período de tiempo.

El 48% de la superficie española está en riesgo demográfico

Este proceso de metropolización está dando lugar a lo que se conoce como la España vaciada: el 48% de la superficie del país, prácticamente la mitad del territorio, está en riesgo demográfico, esto es, que su densidad de población está por debajo de 12,5 habitantes por kilómetros cuadrado, que es el umbral que establece la UE para considerar un territorio en riesgo demográfico. La densidad de población media en España es de 93 habitantes por kilómetro cuadrado, un dato muy por debajo de la media europea, que se sitúa en 120 habitantes por kilómetro cuadrado. En España, según datos del INE, existen 3.926 municipios cuya densidad de población está por debajo de 12,5 habitantes por kilómetro cuadrado. 

La pérdida de población de los entornos rurales viene acompañada de los efectos del proceso de envejecimiento, puesto que son los más jóvenes los que emigran a las ciudades dejando a los pueblos con unas tasas de envejecimiento cada vez mayores. 

El envejecimiento se concentra en los pequeños municipios rurales. En los municipios menores de 5.000 habitantes las personas que superan los 65 años ya alcanzan los 1,5 millones según datos del INE, esto es, una de cada cuatro personas; mientras que en los pueblos de menos de 1.000 habitantes, una de cada tres personas tienen más de 65 años. 

Según datos oficiales, en 2020 casi el 15% de los habitantes de los pueblos de menos de 1.000 habitantes alcanzaba los 80 años. En España el saldo vegetativo -diferencia entre nacimientos y defunciones- es negativo desde 2015 y se prevé que en las próximas décadas siga esta tendencia. Sin embargo, regiones como Castilla y León o Asturias llevan presentando saldos vegetativos negativos desde los años 80. 

Neorruralismo: huida de las ciudades al campo

En los últimos años, ha emergido una nueva corriente denominada neorruralismo caracterizada por la huida de las ciudades al campo en busca de una mayor calidad de vida y un mayor contacto con la naturaleza. Si bien las migraciones hacia los entornos rurales siguen siendo minoritarias y en ningún caso logran compensar su saldo migratorio, sí permiten tener en consideración este proceso, así como los factores que lo desencadenan, y desarrollar estrategias enfocadas a potenciar el atractivo de los pueblos y fijar población. El neorruralismo, fenómeno antagónico al éxodo rural, sin importancia cuantitativa pero sí cualitativa, es reflejo del surgimiento de una nueva forma de entender los espacios rurales y urbanos y su influencia en el desarrollo personal, profesional y medioambiental.

El neorruralismo está muy vinculado al concepto slow life, que tiene su origen en el ámbito gastronómico en la década de los 80 en Italia, cuando el crítico gastronómico Carlo Petrini se rebeló contra la apertura de un McDonald’s reivindicando la comida tradicional, un ritmo de vida más pausado que permitiera tiempo para disfrutar de la comida y su elaboración. El concepto rápidamente se convirtió en una nueva filosofía de vida, caracterizada por alejarse del ajetreo impuesto por el día a día y disfrutar el presente efímero. Se relaciona con las slow cities, lugares en los que los ciudadanos apuestan por la vida desacelerada, las charlas con los vecinos, los paseos y disfrutar del entorno. En este sentido, las poblaciones rurales apartan las condiciones perfectas para poder llevar a cabo este modo de vida. 

Auge de la preocupación por la sostenibilidad

Además, el auge de la preocupación por la sostenibilidad supone también un factor clave de los entornos rurales como reclamo de población, ofreciendo una mayor conexión con la naturaleza. En este sentido, y pese a que las migraciones hacia los entornos rurales no logran compensar el éxodo rural, lo cierto es que los nuevos pobladores rurales, denominados neorrurales, constituyen en fenómeno migratorio de importante análisis para potenciar el atractivo rural frenando la sangría demográfica de la España vaciada.

El poder de atracción de las ciudades es muy fuerte, las mayores oportunidades laborales que ofrece siguen siendo un factor de reclamo que el mundo rural no ha podido hacer frente para frenar su sangría demográfica. Sin embargo, la llegada de la pandemia de Covid-19 ha hecho que se replanteen los beneficios que ofrece la vida en los pueblos.

Si el neorruralismo marcó el inicio discreto del éxodo urbano, la pandemia llegó para afianzar la tendencia, que sólo el tiempo dirá si nos encontraremos con el fenómeno opuesto, el de una ciudad vaciada y entornos rurales revitalizados que han logrado fijar población. Por ahora el cambio de tendencia es modesto pero significativo: la pandemia ha producido un cambio de mentalidad en buena parte de la población, si hace unos años era prácticamente incuestionable para la mayoría de urbanitas las ventajas de residir en una ciudad frente a hacerlo en entornos rurales, hoy son muchos los que se plantean hacer las maletas en busca de una calidad de vida que las ciudades no pueden proporcionarles.

Los pequeños municipios aumentan su padrón

El éxodo de las ciudades al campo tras la pandemia es un fenómeno contrastable sobre todo en las grandes ciudades: Madrid y Barcelona se configuran como las urbes que más población pierden. Según datos del INE, Barcelona pierde población por primera vez en décadas, 13.094 personas menos entre enero y octubre de 2020. La situación en Madrid sigue la misma tendencia, mientras que los datos de Castilla y León son mucho más discretos: las mayores ciudades de la comunidad autónoma presentan cifras de población similares al inicio de 2020, si bien se observa de manera general una ligera pérdida de población que se hace notar en el padrón de los pequeños municipios, que han visto incrementada ligeramente su población.  

Análisis de ciudades de más de 100.000 habitantes

El informe elaborado en exclusiva por GRI para Castilla y León Económica analiza la población que reside en ciudades de más de 100.000 habitantes en Castilla y León, que refleja cómo a 1 de enero de 2020, antes del comienzo de la crisis sanitaria, el porcentaje de población residente en ciudades era ligeramente superior al  que reside en las mismas al inicio de 2021. Si en 2020 un 31,09% de la población de la comunidad autónoma vivía en estos municipios, la cifra baja ligeramente en 2021 y se sitúa en el 30,95%.

Para las localidades de 50.000 a 100.000 habitantes la tendencia es similar: en 2020 un 13,11% de la población de Castilla y León residía en este tipo de urbes y tras la pandemia la cifra se sitúa en un 13,01%. A pesar de que las cifras de volumen de población son similares con independencia del tamaño del municipio antes y después de la pandemia, lo cierto es que sólo el freno de la despoblación del entorno rural sería reflejo de esta nueva tendencia. 

En 2021 los núcleos de población de menos de 1.000 habitantes han presentado un incremento con respecto al porcentaje de población total: si en 2020 representaban el 18,27% de la población castellana y leonesa, en 2021 el porcentaje aumenta hasta el 18,37% en 2021. En cuanto a los municipios de 1.000 a 5.000 habitantes, el porcentaje de población respecto a 2020 se ha incrementado ligeramente y pasa de suponer el 14,82% a ser el 14,92%. En cuanto a los núcleos de entre 5.000 y 10.000 habitantes, la población que vivía en ellos es ligeramente mayor en 2021 (10,25%) que el año anterior.

Aunque no todas las provincias de Castilla y León incrementan de igual manera el volumen de población de sus núcleos rurales, lo cierto es que la tendencia en todas las provincias es la misma. Tras la pandemia, el porcentaje de personas que vive en las mayores ciudades de la comunidad autónoma se ha reducido ligeramente, mientras que paralelamente el porcentaje que ha pasado a vivir en municipios más pequeños se ha incrementado.

Más información en el número de julio de la revista Castilla y León Económica

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