El verano se ha ido y alguien puede pensar que también el tiempo para descapotar. Craso error. Una perfecta compañía sería el nuevo Golf Cabriolet, la cuarta generación de este modelo que se acaba de poner a la venta. Durante más de 30 años, todos los Golf Cabriolet han tenido un punto común: un no muy atractivo arco de seguridad y que al tiempo servía para reforzar la rigidez de la carrocería. Y que les valdría en Alemania el sobrenombre de “la cestita de fresas”. La evolución del diseño por ordenador permite hacer monocascos muy rígidos sin este elemento. Y en su lugar dos arcos de protección retráctiles tras los apoyacabezas de las plazas posteriores protegen a los ocupantes en caso de vuelco.
Ahora bien, afortunadamente se ha mantenido la tradición de la capota. Aquí nada de techo duro retráctil (para eso está el Eos), sino una capota de lona, como gusta a los verdaderos aficionados.
Muestra de su alta calidad es el perfecto sellado en puertas y ventanas que permite meternos en un túnel de lavado sin que se filtre la menor gota al habitáculo. Y filtra suficientemente los ruidos aerodinámicos hasta el punto de no tener que subir el volumen de la radio conforme aumentamos la velocidad.
La capota de lona es una solución elegante que conlleva además algunas ventajas Es más rápida que un techo retráctil (nueve segundos para descapotar y once para capotar, operación que se puede realizar en marcha hasta 30 km/h). Y como se esconde en un hueco entre los asientos traseros y el maletero, ni ha obligado a diseñar una parte posterior desproporcionada de la carrocería, ni varía el volumen para equipajes vayamos capotados o no.
El Golf Cabrio se lleva con la punta de los dedos gracias a una dirección perfectamente aligerada por la asistencia eléctrica. El 1.4 TSI es un motor perfecto para este modelo: una mecánica de gasolina encaja mucho mejor con el cabriolet que una diésel, pues apenas se escucha al ralentí mientras que, por contraste, es un bello y sugestivo maullido el que llega a nuestros oídos en las aceleraciones.
El cuatro cilindros de inyección directa de 160 cv muestra que tiene energía para dar y tomar a pesar de su modesta cilindrada. Su compresor le permite liberar el par máximo de 240 Nm desde las 1.500 rpm, con lo que mueve a punta de gas, casi sin forzar, al Golf. Y cuanto más subimos de vueltas es el turbo el que toma el relevo para seguir empujando con contundencia este atractivo modelo.
Santiago de Garnica