Ya nos avisó Heráclito: “nada es permanente, a excepción del cambio”.
Sí, vivimos épocas convulsas, de muchos y vertiginosos cambios, posiblemente, cierto es, a más velocidad que en tiempos pretéritos. Pero no nos creamos el ombligo de la historia, pensemos que ahora todo se da la vuelta, que estamos ante el momento más trascendental de nuestro universo y que, mañana, todo será distinto.
No, simplemente ahora experimentamos y sufrimos (o disfrutamos) las emociones ligadas a dichos cambios, pues somos nosotros quienes los estamos viviendo. Como ya vivimos otros que recordamos, pero no sentimos.
Y de eso va todo. De saber gestionar lo que experimentamos mientras sucede.
Cambios
A poco que miremos para atrás, rememoraremos cambios en nuestras vidas que nos hicieron sentir temerosos, ansiosos, irascibles, acobardados o con la sensación de que se nos hundía el mundo a los pies. ¿A quién no le han despedido de un trabajo, abandonó alguna pareja, cambió de lugar de residencia o perdió a un ser querido?
¿Os acordáis de cómo nos sentíamos en aquellos momentos? ¿Recordáis esas emociones y estados anímicos ligados a esos momentos, no deseados? ¿Y si los miramos de manera retrospectiva ahora? Efectivamente, los evaluamos de manera distinta. Añadiría que es bastante probable que, con la excepción de la muerte de personas queridas, todos aquellos cambios que tanto nos hirieron en su momento, sin el envenenamiento momentáneo de las emociones asociadas, ahora los agradezcamos y valoremos como positivos para nuestro desarrollo posterior y nos sintamos afortunados pues, gracias a ellos, somos lo que somos ahora.
Exactamente lo mismo sucederá con esta situación que ahora estamos viviendo, tan novedosa para todos, que nos asusta, agobia, inquieta, irrita o agita y que, cuando dentro de unos años la miremos por el espejo retrovisor de nuestras vidas, nos habrá otorgado nuevas oportunidades, experiencias, alegrías y anécdotas de las que ahora no somos conscientes pero que por entonces no querremos desprendernos y de las que, si reflexionamos sobre ellas, aprenderemos grandes lecciones.
Y es que, parafraseando a William Shakespeare, “nuestro pasado simplemente es nuestro prólogo”; y citando a Walter Scott: “mira hacia atrás y ríete de los peligros pasados”.
Recordad, todo pasa.