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John Beaven, liderazgo desde la bondad

Por: Eduardo Estévez, director de Empresa Familiar de Castilla y León
John Beaven con su mujer Pilar.
John Beaven con su mujer Pilar.

Valladolid ha perdido a su americano más ilustre, John Beaven. Un hombre sabio que no quería ser un líder, pero lo era sin conocerlo.
No era un simple profesor de inglés, era un hombre del Renacimiento al que le interesaba la cultura, la vida, las personas. Por eso generó tanto cariño, porque se preocupaba por las personas antes que por él mismo.

Los valores de John como persona son los mismos que le ponen en valor como líder: inteligencia, humildad, empatía, optimismo, el humor, entre otros. Capaz de influir en las personas y movilizar a organizaciones e instituciones. Primero, desde la inteligencia. No se puede ser líder sin ser inteligente, y John ha sido la persona más inteligente que he conocido. Comunicaba tranquilo, seguro, con argumentos.

Era un hombre de fe

Otra característica era su humildad; John era una hombre de fe, y al igual que Santa Teresa, pensaba que la humildad era esencial para acercarse a Dios y a las personas. No miraba por sí, sino por los demás, qué difícil en los tiempos en los que vivimos. Siempre daba las gracias por todo, te hacía sentir importante. También destacaba por su capacidad de empatizar con la gente, siempre preguntaba por las aficiones, la familia, tu trabajo y lo hacía de verdad, porque le importaban las personas.

“Todo lo aprendí de ti”, solía decir, una de sus frases favoritas, cuando precisamente la realidad era la opuesta. John veía la vida desde el optimismo. Siempre decía que tenemos que recibir el día “a puerta gayola”, y precisamente es el mejor homenaje que se le puede hacer, recibir cada día a tope, con ganas, con riesgo, con ilusión, como si fuese el último día de nuestras vidas. El humor era otra de sus herramientas como líder; siempre encontraba el mejor momento para abordar incluso las situaciones más complicadas.

Sueños de empresario

Nunca olvidaremos sus sueños de empresario, visualizaba la Calle Gamazo como el Silicon Valley de Castilla y León. Tenía ideas buenísimas para Valladolid, quería convertir el Aeropuerto de Villanubla en el centro logístico más importante de España, incluso tenía un plan para que Valladolid llegase a ser el Cambridge del español. Y pensaba mucho en los empresarios, porque él era uno más, que consiguió convertir su empresa, su escuela Queen`s Gate School en un centro de pensamiento, además de una gran escuela de idiomas.

Nadie muere mientras sea recordado. Así sucederá con John, cuyo legado está asegurado con su mujer Pilar, el pilar de su vida en especial en los últimos años inseparable de su marido; y sus hijos Matthew, Chiristian y William, porque de tal palo, tal astilla.

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