Recuerdo un impecable Caravelle de unos amigos de mis padres allá en los años sesenta. Aquel Renault descapotable ejercía una indudable fascinación; su visión, a parte de bella, evocaba la llegada del buen tiempo pues durante el largo invierno permanecía guardado en una cochera. Tiempo de sol, de playa, de verano. Esos recuerdos los he revivido durante la primera prueba con el nuevo Renault Mégane III Coupé-Cabrio, en el acto de su presentación internacional presidido por un impecable Caravelle de Patrimonio Renault y una foto de BB seductoramente sentada en su capó trasero, bajo el cual latía el motor.
Ahora las nuevas generaciones han redescubierto el placer de los descapotables, cuyas ventas se incrementan. El último en llegar es un heredero de aquel Caravelle, el nuevo Mégane III Coupé-Cabrio de Renault. Su capota ya no es de lona, sino un techo duro retráctil que se esconde en el maletero. Es un techo de cristal escamoteable -el más grande del segmento con casi un metro cuadrado de superficie-, pero cuando está puesto evoca las capotas de lona clásicas gracias al tratamiento oscuro y a los montantes de color negro brillante asociados al acabado cromo satinado del cerco del parabrisas y de la línea del habitáculo. Pero lo que más valoro es que el parabrisas es ahora, afortunadamente, seis centímetros más corto que en su antecesor, con lo que se facilita la salida y entrada del habitáculo y se acentúa la sensación de libertad, de no llevar nada encima cuando vamos descubiertos. Con dos pasajeros a bordo, es posible instalar la red antirremolinos por encima de las plazas traseras. Pero ¿y si van cuatro? La respuesta viene de la mano de un pequeño cristal situado entre los dos asientos traseros, que impide que las cuatro personas a bordo noten las perturbaciones aerodinámicas y acústicas hasta los 90 km/h. Combinando cristal y red se puede circular sin remolinos ni turbulencias a mayor velocidad, por encima de las limitaciones de velocidad de nuestras carreteras. La operación de descapotado tarda 21 segundos, uno menos que en el modelo anterior. Pero ahora no se puede realizar en marcha, ni siquiera a baja velocidad.
En el interior encontramos detalles que le diferencian del resto de los Mégane III, como los asientos con sujeción lateral reforzada y los paneles de puerta con medallón en forma de ala de mariposa. La rigidez en torsión ha aumentado considerablemente gracias a los refuerzos en la estructura, un 80% en rigidez estática y un 30% en rigidez dinámica frente a su antecesor, lo que se nota positivamente en las curvas.
Hay un motor de gasolina y tres diésel. El diésel de 110 CV puede llevar el nuevo cambio automático de doble embrague (Efficient Dual Clutch EDC) de seis velocidades, similar al DSG de VW. En la prueba del nuevo Mégane CC hemos llevado la versión diésel de 160 CV (hay otra de 131 CV) y la de gasolina de 130 CV. En empuje me quedaría con el diésel, pero la melodía del gasolina es una más que agradable compañía en este paseo por el placer, tan actual pero también tan nostálgico.
Santiago de Garnica