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Harto de tanta felicidad

Por: Félix Alberto Sanz
Felicidad.
La balanza entre sentirse feliz y no hacerlo es donde reside el equilibrio que toda persona debe tener.

Nos bombardean por todas partes. Desde hace un tiempo, los departamentos de Marketing de Coca Cola, McDonald’s y compañía se han aliado -no sé si para desviar la atención del debate sobre la salubridad de sus productos o si con la mejor de las intenciones- y se han propuesto que tenemos que ser felices. Sí o sí. Felicidad a toda costa. Gracias a ellos, la obsesión por ser felices es la nueva pandemia de nuestra sociedad.

Y yo empiezo a estar cansado de esos mensajes. ¿Por qué hay que ser feliz, sí o sí, todo el tiempo? ¿Por qué tengo que sentirme feliz todo el tiempo? ¿Y qué pasa si no me siento feliz? ¿Tengo un problema? ¿He de hacer algo con urgencia para serlo? ¿No me puedo permitir no estar happy?

La felicidad es un estado de ánimo, ni más ni menos. Y como cualquier estado de ánimo tiene una intensidad diferente para cada persona y duración limitada en el tiempo. Es por ello que yo parto de la premisa de que no es posible SER feliz. Sí, estar o sentirme feliz. Porque ser implica un todo sobre mi persona, continuo y permanente. Y claro, ser feliz supone estarlo todo el tiempo. ¿Y cuándo no lo estamos? Pues viene la pausa de publicidad o un amigo influenciado por ella y te dice que te animes, que has de estar feliz por todo lo bueno que tienes y en ese momento no ves y que te dejes de pamplinas y sonrías. Y eso, amigos, no es sano.

Momentos

A mí me parece que la vida está llena de momentos. De momentos que disfrutamos tanto que tenemos la sensación de estar surfeando en la cresta de la mayor ola. Puede que incluso encadenemos muchos de esos momentos durante mucho tiempo y nos sintamos radiantes durante un largo período de tiempo. ¡Bravo, aprovechemos esos momentos!

Pero también está llena de otros momentos duros, muy duros a veces. De reveses, de dificultades, de sufrimiento. Y no sé vosotros, pero yo he aprendido mucho de ese sufrimiento, de esas dificultades, reveses y momentos duros, muy duros algunos. Y gracias a que los sufrí y a que ese dolor a veces se hacía insoportable y gracias a sentirme realmente desdichado en esos ratos, he disfrutado de otros mejores.

Y en esa balanza entre sentirme feliz y no hacerlo es donde reside el equilibrio que toda persona debemos tener.

Derecho a no ser feliz

Y así, desde aquí y frente a los genios de los departamentos de Marketing de varias multinacionales, quiero reivindicar mi derecho a no ser feliz, mi derecho a sufrir, mi derecho a estar y sentirme triste, mi derecho a tener miedo y no disfrutar de algunos momentos y mi derecho a mis lágrimas y llantos. Y quiero reivindicar que no sólo no pasa nada por ello, sino que además es muy sano, pues la tristeza nos ayuda nos ayuda a reflexionar y eso nos hace aprender.

Porque no sé vosotros, pero yo empiezo a estar harto de ese grado de exigencia que la sociedad nos está imponiendo y de que la tele (o el Facebook, o las imágenes editadas que circulan por whatsapp, o…) me diga, de manera insistente, que he de ser feliz. Todo el tiempo. Porque ese grado de exigencia sobre la felicidad es, paradójicamente, lo que más infelicidad está causando.

4 comentarios

  1. Muy bueno. Además esta sociedad (o estas marcas) han asociado la felicidad a un único concepto en el que todo son colores, la gente sonríe por las calles y alguien baila. Y se puede ser feliz igualmente cuando estás plenamente concentrado en tu objetivo, cuando estás agotado por un trabajo bien hecho…

    1. Totalmente de acuerdo Kanónimo! Se está enviando un mensaje errado ligando la felicidad a lo que bien comentas, colores, sonrisas públicas y bailes y cánticos, cuando bien la podemos encontrar en otras facetas.
      Gracias por tu comentario

  2. Hola Félix,

    estoy muy de acuerdo en que todo el mundo tiene derecho a no ser o sentirse feliz, pero desde aquí reivindico lo contrario también.

    No me gustaría sentirme mal o naif, por pensar que lo soy. Así me siento, podríamos hablar de porcentajes, o de facetas de la vida, o de cumplimientos de objetivos….pero en líneas generales lo soy.

    Lo que veo es que casualmente la gente que se siente feliz no es porque no tengan problemas, es básicamente porque su balance es positivo. También comparto que si no has sufrido es difícil valorar o disfrutar tanto, pero simplificando, yo creo que es algo bioquímico y luego anímico. Por eso a la gente le ha dado por el running (adrenalina). Por eso todas las civilizaciones se han “dopado” con alcohol o hongos.

    Creo que hay gente que no tiene una bioquímica o una genética adecuada para ser feliz. Y contra eso es difícil luchar (hasta para Coca Cola).

    Por último compartir un pensamiento relacionado con la felicidad y la edad. Un compañero argentino mucho mayor que yo, me dijo que el se hizo mayor el día que tuvo la seguridad de que el momento más feliz de su vida ya había pasado. Ahí queda eso.

    Muchas gracias Félix!

    1. David, muchas gracias por tu comentario. Indudablemente la genética predispone nuestra tendencia a percibir los sucesos vitales y a partir de ahí, poder estar más tiempo feliz o menos. Pero la genética (según los últimos estudios) determina el 48% de nuestra personalidad de adulto. Con esto, es cierto que algunas personas lo tienen más complicados que otros, pero también es cierto que el ambiente social y educativo que nos rodea desde niños va a modelar en buena medida el resultado final. Sin ese modelo, aparecen mensajes continuo de que HAY QUE SER FELIZ DE MANERA CONTINUA, a toda costa, cuando eso es una utopía… el número de personas que se sientan mal por ello va a crecer, sí o sí. Y además se van a sentir aún peor cuando lo perciban.
      De nuevo gracias, David, por hacerme pensar 😉
      Un abrazo

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