Durante las obras de adecuación del futuro Hotel Castilla Termal Palacio de Avellaneda, en Peñaranda de Duero (Burgos), se ha producido un hallazgo arqueológico excepcional: un conjunto de armaduras del siglo XVI oculto en el interior de un pozo situado en el patio sur del palacio, justo donde se proyecta la futura zona termal del hotel.
La excavación, financiada íntegramente por la cadena hotelera, comenzó como parte del control arqueológico requerido para la rehabilitación del edificio. Fue en enero de este año cuando el equipo técnico descubrió este pozo, de más de 4 metros de profundidad, colmatado por siglos de sedimentos, tejas, azulejos y fragmentos cerámicos. Lo que parecía un hallazgo rutinario se transformó en un momento histórico con la aparición del primer peto de armadura.
“Fue un hallazgo completamente inesperado”, explica María Jesús Tarancón, directora del proyecto arqueológico y responsable de la empresa Arquetipo. “Estábamos excavando en un área donde los sondeos previos indicaban normalidad. Según avanzábamos aparecieron estructuras nobles, señal de que allí hubo habitaciones importantes. Al vaciar el pozo, comenzaron a salir piezas que no podíamos creer: corazas, cascos, protecciones para caballo e incluso un pequeño cañón”, afirma.
Castilla Termal, impulsora de la rehabilitación y futura gestión del edificio, asumió desde el primer momento el proyecto de excavación, clasificación inicial y conservación de las piezas, en colaboración con el Museo de Burgos y el Centro de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Castilla y León.
“Para una cadena como la nuestra, que hace del patrimonio uno de sus pilares, encontrar y proteger estas piezas es una responsabilidad enorme y una oportunidad única”, señala Roberto García, presidente de Castilla Termal. “No podíamos hacer otra cosa que detener todo lo necesario, implicarnos, y hacerlo bien. Porque esto ya no sólo es historia de Castilla Termal, es historia de Castilla”, añade.
Una armería bajo tierra
El conjunto recuperado está formado por varias decenas de piezas de arnés, elementos de protección de uso militar que incluyen capacetes, celadas, petos, espaldares, gruperas para caballos y un pequeño cañón. Por sus características y ubicación, se considera muy probable que estas piezas pertenecieran a la antigua armería del VI Conde de Miranda, Juan de Zúñiga y Bazán, figura clave en la historia del Palacio de Avellaneda.
Las armaduras permanecieron sumergidas durante siglos, lo que ha comprometido seriamente su conservación. En su llegada al Museo de Burgos, los materiales fueron recibidos por el equipo de restauración, que aún trabaja en su estabilización. “Cuando las piezas llegan, están fragilísimas, los hierros están mineralizados, se rompen con el tacto”, explica Adelaida, restauradora del Museo de Burgos. “Al principio abruma, pero ahora estamos orgullosos de cómo están respondiendo a los tratamientos”, dice.
Valor incalculable
Este descubrimiento ha supuesto una modificación significativa del calendario de obra. El diseño de la zona termal, prevista en el área del hallazgo, ha tenido que adaptarse a los tiempos de excavación y conservación, provocando un retraso en la apertura prevista del hotel.
Sin embargo, para Castilla Termal, la prioridad ha sido clara: poner en valor un hallazgo histórico que trasciende lo hotelero. El objetivo es que estas piezas, una vez restauradas, formen parte de un relato expositivo que se integrará en el propio hotel, ofreciendo a los futuros huéspedes una experiencia conectada con la historia viva del lugar.
“Este descubrimiento no es sólo un hallazgo arqueológico. Es una prueba más de lo que defendemos en cada proyecto: que el patrimonio no se explota, se honra. Y hacerlo bien significa cuidarlo, compartirlo, y que la historia siga viva”, concluye García.
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