La empresa vallisoletana Castellana de Carnes, impulsora de la conocida marca comercial Cárnicas Poniente, se ha embarcado en un proyecto de investigación para modificar el perfil lipídico de la carne de vacuno mediante la utilización de aceites vegetales en la composición del pienso.
Esta iniciativa, que se llevará a cabo con 2 genotipos de terneros -de raza de carne y de cruce de éstos con raza autóctona-, pretende optimizar el sistema alimenticio en el cebo intensivo de los terneros para aumentar la cantidad de ácido linoleico conjugado en el producto final. A esta última sustancia se le atribuyen propiedades como antioxidante, hipocolesterolémico, antiarteriosclerótico, estimulador del sistema inmune, anticancerígeno, antidiabético y modulador del peso corporal. “Nuestro objetivo es tender hacia la calidad total y conseguir que nuestros alimentos sean más saludables sin elevar su coste”, explica José Luis Jambrina, gerente de la empresa.
Para llevarlo a cabo, ha contado con la colaboración de las universidades de Valladolid, Complutense y Politécnica de Madrid y la financiación de CDTI y la Junta a través de la Agencia de Innovación y Financiación Empresarial, con el apoyo de los fondos Feder. “Siempre estamos intentando buscar las últimas novedades en este ámbito, tanto en la producción, que asciende a 10.000 toneladas al año, como en el sistema de trabajo”, señala el responsable de la firma, que asegura que esta actuación ya se ha implantado y “ya se han obtenido los primeros resultados científicos”.
Proceso
Precisamente, la clave del éxito de la compañía, que cerró el pasado ejercicio con una facturación de alrededor de 42 millones de euros, radica en abarcar el ciclo completo de la producción de carne de vacuno. El proceso se inicia en la finca El Mirador de Rueda (Valladolid), y más concretamente en el cebadero, que tiene una superficie de 200 hectáreas cultivadas de cebada, maíz y remolacha y fertilizadas con estiércol propio reciclado y que consta de cerca de 3.400 plazas de ganado. Una vez que los animales tienen el tamaño apropiado, se les traslada a Macrisa, el matadero que la compañía posee en Medina de Rioseco (Valladolid). Antes de su sacrificio, se les somete a exhaustivos análisis y se controlan tanto las condiciones de higiene como la trazabilidad del producto. Posteriormente, la carne pasa a las salas de despiece y fileteado.
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