Harto de tanta felicidad

Nos bombardean por todas partes. Desde hace un tiempo, los departamentos de Marketing de Coca Cola, McDonald’s y compañía se han aliado -no sé si para desviar la atención del debate sobre la salubridad de sus productos o si con la mejor de las intenciones- y se han propuesto que tenemos que ser felices. Sí o sí. Felicidad a toda costa. Gracias a ellos, la obsesión por ser felices es la nueva pandemia de nuestra sociedad.
Y yo empiezo a estar cansado de esos mensajes. ¿Por qué hay que ser feliz, sí o sí, todo el tiempo? ¿Por qué tengo que sentirme feliz todo el tiempo? ¿Y qué pasa si no me siento feliz? ¿Tengo un problema? ¿He de hacer algo con urgencia para serlo? ¿No me puedo permitir no estar happy?
La felicidad es un estado de ánimo, ni más ni menos. Y como cualquier estado de ánimo tiene una intensidad diferente para cada persona y duración limitada en el tiempo. Es por ello que yo parto de la premisa de que no es posible SER feliz. Sí, estar o sentirme feliz. Porque ser implica un todo sobre mi persona, continuo y permanente. Y claro, ser feliz supone estarlo todo el tiempo. ¿Y cuándo no lo estamos? Pues viene la pausa de publicidad o un amigo influenciado por ella y te dice que te animes, que has de estar feliz por todo lo bueno que tienes y en ese momento no ves y que te dejes de pamplinas y sonrías. Y eso, amigos, no es sano.
Momentos
A mí me parece que la vida está llena de momentos. De momentos que disfrutamos tanto que tenemos la sensación de estar surfeando en la cresta de la mayor ola. Puede que incluso encadenemos muchos de esos momentos durante mucho tiempo y nos sintamos radiantes durante un largo período de tiempo. ¡Bravo, aprovechemos esos momentos!
Pero también está llena de otros momentos duros, muy duros a veces. De reveses, de dificultades, de sufrimiento. Y no sé vosotros, pero yo he aprendido mucho de ese sufrimiento, de esas dificultades, reveses y momentos duros, muy duros algunos. Y gracias a que los sufrí y a que ese dolor a veces se hacía insoportable y gracias a sentirme realmente desdichado en esos ratos, he disfrutado de otros mejores.
Y en esa balanza entre sentirme feliz y no hacerlo es donde reside el equilibrio que toda persona debemos tener.
Derecho a no ser feliz
Y así, desde aquí y frente a los genios de los departamentos de Marketing de varias multinacionales, quiero reivindicar mi derecho a no ser feliz, mi derecho a sufrir, mi derecho a estar y sentirme triste, mi derecho a tener miedo y no disfrutar de algunos momentos y mi derecho a mis lágrimas y llantos. Y quiero reivindicar que no sólo no pasa nada por ello, sino que además es muy sano, pues la tristeza nos ayuda nos ayuda a reflexionar y eso nos hace aprender.
Porque no sé vosotros, pero yo empiezo a estar harto de ese grado de exigencia que la sociedad nos está imponiendo y de que la tele (o el Facebook, o las imágenes editadas que circulan por whatsapp, o…) me diga, de manera insistente, que he de ser feliz. Todo el tiempo. Porque ese grado de exigencia sobre la felicidad es, paradójicamente, lo que más infelicidad está causando.
Comentarios
1# Enviado por David Herguedas el miércoles 6 de abril de 2016 a las 15:03
2# Enviado por FELIX SANZ el miércoles 13 de abril de 2016 a las 11:58
3# Enviado por Anónimo el lunes 28 de marzo de 2016 a las 11:16
4# Enviado por FELIX SANZ el miércoles 13 de abril de 2016 a las 11:51
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