En un momento en que la movilidad se transforma impulsada por la electrificación, la conectividad, la digitalización y la sostenibilidad, surge una gran pregunta: ¿están preparadas las empresas para formar, fidelizar y desarrollar el talento que necesita esta nueva era de la automoción?
La automoción española, sector estratégico y responsable del 10% del PIB y del 18% del empleo en 2024, afronta una doble crisis silenciosa: una plantilla envejecida y una alarmante falta de representación femenina. Hoy, el 47% de los trabajadores tiene más de 45 años y solo el 24,6% son mujeres, una brecha que lejos de cerrarse, sigue aumentando año tras año.
Un 26% es menor de 34 años
Y aunque el sector integra hoy diseño, software e ingeniería avanzada, su percepción entre los jóvenes no refleja esa realidad. Según el INE, apenas un 26% de los empleados tiene menos de 34 años, y los profesionales entre 50 y 64 años duplican en número a los menores de 30, generando una brecha generacional de casi 39.000 personas.
En este contexto, 1 de cada 3 empresas del sector ya se plantea incorporar nuevo talento en los próximos años, pero esta desconexión entre lo que el sector ofrece y cómo se comunica está dificultando seriamente la atracción de profesionales jóvenes y diversos.
Castilla y León Económica
De la lectura de tu artículo me parece entender que casi igualas la gravedad del problema del envejecimiento de la población trabajadora con el de la desigualdad de sexos. De hecho, son los únicos problemas que citas. El primero es un problema que la industria debe solucionar tal como planteas, haciendo más atractivo ese tipo de trabajo y fidelizando a sus empleados. Pero no encuentro ningún problema en la diferencia de cuotas por sexo. Ninguna ley ni convención social impide a los jóvenes de cualquier sexo ser contratados en este tipo de empresa. Si existe una diferencia importante sospecho que está más justificada por el propio envejecimiento de esa población que por motivos sociales. En cualquier caso, encuentro ya innecesario insistir en esas cuotas de paridad en todos los sectores, cuando no supone ninguna alarma la enorme disparidad inversa que se produce en otros campos como el asistencial, judicial, administrativo… parece que la exigencia de paridad se ha convertido en un convencionalismo populista, dificultando distinguir las necesidades reales allí donde sí se producen.