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La reforma del mercado laboral: de la realidad a la ilusión

Por: Juan Carlos de Margarida
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Por fin ha llegado la tan ansiada reforma laboral, que tanto ha dado que hablar. Esta reforma ha sido aconsejada, en innumerables ocasiones, tanto por el Fondo Monetario Internacional como por la Unión Europea, así como por los agentes sociales y económicos del país. En definitiva, todo el mundo estaba convencido de la necesidad de una reforma en profundidad del mercado laboral al objeto de poder crear empleo, y así estabilizar la paupérrima economía que padecemos desde que la crisis nos ha lanzado a un abismo en el que no se ve el final.

En apenas dos años, el número de ocupados ha disminuido en 1,5 millones de personas y hay en los últimos años 2,5 millones más de parados. El crecimiento de la cifra de desempleados ha superado el 80%, la destrucción de empleo se acerca a una tasa del 8% y el paro afecta ya a casi cuatro millones de personas.

Para realizar esta reforma se ha intentado conciliar dos mundos (el sindical y el empresarial), pero lo que hoy demanda el mercado laboral difícilmente se puede instrumentalizar entre empresarios y sindicatos ya que el Gobierno debe de ejercer el liderazgo que le han conferido las urnas en un Estado democrático y velar, con urgencia, por el bienestar de los ciudadanos.

La reforma laboral aprobada recientemente permite a las empresas despedir indemnizando con 20 días por año por pérdidas “actuales o previstas” o por una “disminución persistente del nivel de ingreso”. Pero… ¿quién determina las pérdidas futuras? Es evidente que la empresa no tiene la suficiente credibilidad para demostrar que va a tener pérdidas en un futuro próximo por lo que, por lógica, deberán ser los jueces quienes deban interpretar qué se entiende y cómo se valorarán las pérdidas futuras, así como quien o quienes serán los elegidos para determinar este hecho.

Otra de las reformas ha sido que un desempleado no podrá rechazar un curso de formación, so pena de perder el subsidio de desempleo. Y que el absentismo laboral estará más reglado, y las empresas podrán despedir por esta causa.

Está claro que esta reforma no ha convencido a nadie y que, en cierta forma, ha sido insuficiente para resolver los graves problemas, tanto económicos como sociales, que sufre en estos últimos años nuestro país. No se ha tenido en cuenta la dualidad que actualmente existe entre trabajadores indefinidos y temporales y que genera desigualdad e inestabilidad laboral. A este respecto, sería necesaria la creación de un tipo de contrato único en el que la cuantía de la indemnización del empleado sea progresiva aumentando según su antigüedad en la empresa.

La pregunta a hacerse es si esta reforma ayudará a estabilizar el mercado laboral, evitando la caída al vacío del desempleo y la creación de nuevos puestos de trabajo con el objetivo último de lograr reducir el déficit existente en España. Nadie lo sabe. El Gobierno es el único que ha manifestado que estas medidas podrían solucionar los graves problemas que afronta el mercado laboral y remitir el enorme déficit en el que nos encontramos.

El modelo productivo actual ha quedado obsoleto y exige un cambio exhaustivo, que no puede hacerse sino va acompañado de una profunda reforma laboral lo cual, parece ser, no ha ocurrido según la opinión de los agentes sociales y económicos del país. Para ello a esta reforma laboral le ha faltado la existencia de una flexibilidad laboral que haga desechar los convenios colectivos demasiados rígidos para la situación de ineficiencia productiva actual. Asimismo, la reforma adolece de la disminución de la protección del empleo fijo frente a un aumento de la protección del empleo temporal, y por último se ha quedado corta en el abaratamiento de los despidos no acercándoles a la realidad existente en el resto de los países de la Unión Europea.

He de añadir que para solucionar los graves problemas económicos que tiene España se deben tomar decisiones valientes y todas al mismo tiempo. Así, junto a esta reforma del mercado laboral ha de hacerse, al unísono, una reforma fiscal que genere más ingresos en las arcas del Estado, una reforma del sistema financiero que garantice la solvencia del mismo, y finalmente una reforma del Pacto de Toledo, y todo ello acompañado con una restricción más exhaustiva del gasto del Estado que se traduzca en una disminución de las subvenciones que se conceden, y una minoración del gasto social eliminando con ello las proyecciones electoralistas, para generar el posible ahorro de cualquier partida presupuestaria que exista en el presupuesto del Estado.

En definitiva, no le “arriendo la ganancia”, a la hora de enfrentarse a todos los problemas que en la actualidad sufre España, ni al Partido Socialista, actual partido en el Gobierno, ni al Partido Popular si ganara las próximas elecciones.

Lo que el español de a pie exige es que los representantes que ha elegido en las urnas democráticas sean unos verdaderos gestores e impulsores de una reforma económica en profundidad (laboral, financiera, fiscal, pensiones, etc.) y que se dejen de ser visionarios electoralistas. El poder no es el que se ejerce desde la Moncloa o desde cualquier cartera ministerial, sino aquel que transforma el bienestar social de los ciudadanos de normal a excelente. La satisfacción de los ciudadanos asienta el poder del Gobierno y le confiere la entidad necesaria para poder seguir gobernado.

3 comentarios

  1. Querido Profesor y Amigo (nota las mayúsculas):

    99% de acuerdo con tus apreciaciones. Tenemos una Reformita estética que, sorprendentemente, los mercados financieros se han tragado sin mucho reparo, que los sindicatos han empleado como argumento para su huelga (y también para la huelga que el Gobierno necesitaba)… pero no creo que nos saque de los furgones de cola de la competitividad.

    Los ligeros desacuerdos me vienen cuando te leo que habría que hacer también “una reforma fiscal que genere más ingresos en las arcas del Estado”, ahí me sale la vena liberal y te planteo que antes de parchear un problema (la caida de los ingresos en las administraciones), nos vayamos a la causa (el engrosamiento groserísimo de los presupuestos de las administraciones en los últimos años).

    Creo que aciertas al plantear que las reformas son muchas y que conviene acometerlas a la vez (no sé si es tan importante el marco temporal como el estratégico, es decir, acometerlas de forma que todas contribuyan a la estrategia planteada).

    Lo que me tiene algo desanimado es que, para ello, hace falta esa valentía política que nos comentas… y lamentablemente en los tiempos que corren “valentía” y “política” son antónimos.

    Un abrazo y enhorabuena por exponernos tus ideas de forma tan clara y brillante, como es marca de la casa.

    Prudencio Herrero
    Fundación para la Excelencia

  2. Lo más importante es llegar a generar empleo, porque la gran cantidad de parados de nuestro pais se puede volver en contra de todo y de todos.

  3. La reforma como hemos podido comprobar no era una buena solución. Se pretendía eliminar la temporalidad y vemos que aumenta. Sólo nos queda felicitar a los responsables por no dar ni una en el clavo.

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