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A cuatro pasos de la Royal Mile

Por: Luisa Alcalde, socia fundadora de Castilla y León Económica
Ubicación privilegiada del Hotel Bistró du Vin para visitar la bella Edimburgo
Panorámica de la monumental Edimburgo desde Calton Hill.
Panorámica de la monumental Edimburgo desde Calton Hill.

El Hotel du Vin es un establecimiento boutique, ideal para recorrer todos los lugares de interés de Edimburgo, al contar con una ubicación privilegiada a 4 pasos de la Royal Mile. Se distingue además por contar con un bistró especializado en la cata de vino, que se puede disfrutar durante la cena o contratando el servicio exclusivamente para testar varios caldos. Posee un patio abierto habilitado como terraza, cuando el tiempo lo permite, alrededor del cual se distribuyen las distintas estancias del hotel. Las habitaciones resultan poco espaciosas, con camas justas y baños pequeños; eso sí, con toallas de calidad y amenities de L’Occitane.
Con categoría de 4 estrellas, se aleja bastante del estándar de calidad-precio al que nos tiene acostumbrados el sector hotelero de España, muy superior al de otros países.

Lo más destacable del Hotel du Vin, aparte de sus desayunos, donde sobresalen sus platos calientes con huevos preparados de diversa manera y alguna elaboración local como el arenque en salazón a la parrilla, es su excelente ubicación, en pleno centro de la ciudad vieja. Declarada patrimonio de la Humanidad por la Unesco, este área medieval de Edimburgo es de una gran belleza, gracias a una arquitectura homogénea de construcciones de piedra grisácea acentuada por la humedad de un clima lluvioso, que le otorga una pátina de melancólica decadencia.

Salpicada de iglesias, algunas abiertas al culto y otras para distintos usos como tiendas, pubs o gimnasios, la Royal Mile, arteria principal de Old Town -ciudad vieja-, recorre exactamente una milla de distancia entre el Palacio Holyrood y el Castillo, con la algarabía de visitantes de todas las nacionalidades en busca de una foto frente a la catedral, una cerveza en las pintorescas tabernas, muchas de ellas con curiosas leyendas, o un regalo típico como una prenda escocesa o un Kilt (falda tableada de cuadros que acostumbran a llevar los hombres cuando visten de gala) en las tiendas aparentemente no conquistadas aún por lo souvenirs chinos, lo que refuerza la autenticidad de una ciudad muy apegada a sus tradiciones. Otra calle perfecta para practicar el shopping o tomar algo es la coqueta Victoria, con el contraste de sus casas de colores entre inmuebles de piedra gris.

Tanto Holyrood, pero sobre todo el Castillo de origen medieval, construido como una fortaleza de autodefensa y que además alberga un palacio que contiene las joyas de la Corona y la Piedra del Destino, donde fue recientemente coronado Carlos III, merece la pena una visita. Es aconsejable comprar las entradas por internet, ya que la capital de Escocia es una ciudad muy turística, no en vano la visitan 2 millones de personas al año, convirtiéndola en el segundo destino de Gran Bretaña tras Londres.

Vista del Castillo de Edimburgo desde Grassmarket Square.

Museos

Para aprovechar el tiempo lluvioso, que a veces te impide seguir recorriendo la ciudad, es interesante visitar algunos de sus museos, como el Nacional, donde aprender sobre inventos escoceses, como la rueda a vapor, la televisión u observar a la clonada oveja Dolly; el Museo de los Escritores; o realizar algún tour para recorrer los pintorescos callejones de esta ciudad, que atesoran leyendas de miedo. Historias de fantasmas, que también suceden en el cementerio Greyfriars, cuyas tumbas diseminadas por el hermoso parque conviven con las casas colindantes de los vecinos que rodean todo el campo santo, que se puede pasear día y noche, los 365 días del año, al igual que el resto de cementerios escoceses, a excepción de una zona enrejada por tener una actividad paranormal de nivel 3, en la que se han registrado sucesos extraños.

Otro museo, en este caso pictórico, que acoge algunas obras de interés y una pequeña muestra de artistas españoles como el Greco, Zurbarán, Murillo o Velázquez, se sitúa a las puertas de la ciudad nueva, también declarada patrimonio de la Humanidad, y donde abundan edificios del siglo XVII y XVIII; y que cuenta como antesala con el reloj floral más antiguo del mundo.

Por algunas calles como George o Princes, más alejadas del bullicio del Old Town, se puede disfrutar de un agradable paseo hasta el Hotel Balmoral, un edificio imponente inaugurado en 1902 y llamado así en honor al castillo homónimo en el que veraneaba la difunta reina, y en el que la escritora J. K. Rowling, muy vinculada a la ciudad de Edimburgo, terminó de escribir el último libro de la saga literaria de Harry Potter en 2007. Dejando a la espalda el lujoso establecimiento hotelero, se encara la subida a Calton Hill, la colina más famosa de Edimburgo, con varios edificios oficiales y sobre todo con una espectacular panorámica de la urbe y de su peculiar orografía entre 7 colinas y el Fiordo de Forth que desemboca en el mar del Norte.

Calles comerciales

De regreso a New Town, un paseo por las calles comerciales y las tiendas exclusivas de George puede terminar con un tentempié en el Pub The Standing Order, ubicado en un antiguo banco, en el que una buena pinta de cerveza refrescará el día, y hay una gran oferta de platos internacionales en horario ininterrumpido.
Pero si lo que buscamos es comida escocesa, es preferible decantarse por el restaurante Howies, para disfrutar de algunas de sus típicas elaboraciones como las sopas del día, la langosta, haggies (una especie de morcilla escocesa hecha a base de vísceras), salmón o mejillones en salsa.

En un ámbito más sofisticado se sitúa Timberyard, galardonado con una estrella Michelin. En un local diáfano, de decoración minimalista, aspecto desenfadado y una atractiva terraza, se presenta una propuesta interesante que actualiza la cocina escocesa, con cuidadas elaboraciones, donde manda el producto, como en la Vieira sobre cama de pepino o en los Rebozuelos al huevo con trufa de verano. El servicio está ejecutado por personal joven y necesitado de cierto rodaje, e imperdonable los tiempos en mesa, con esperas de más de cuarto de hora entre plato y plato.

Al tratarse de una ciudad muy turística, Edimburgo también ofrece un gran abanico de restaurantes cosmopolitas, como el vietnamita Sen, muy próximo a la Royal Mile y al Hotel du Vin, que presume, con razón, de una cocina auténtica de gran factura.

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