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Las tres lecciones de Seve

Por: Alberto Cagigas
Severiano Ballesteros.
Severiano Ballesteros.

Primera lección. Cuando era un chaval, mi padre me llevaba a Pedreña, no a jugar al Campo de Golf, que a los niños de mi condición social les parecía en aquel entonces un deporte para golfos señoritos adinerados, sino para pescar esquilas (también llamadas quisquillas) entre las rocas de un litoral que parece dibujado por un dios inspirado por la belleza. La técnica de pesca es muy sencilla: esperas a que baje el mar (en el Norte se miran más las tablas con los coeficientes de las mareas que el calendario), echas el redeño entre los peñascos con un trozo de pescado en el centro y esperas a que el delicado y translúcido crustáceo vaya a la red atraído por el olor a comida para izar la captura. Yo me entretenía pescando también las bolas que los golfistas más ineptos habían lanzado fuera del campo de golf hasta la costa y me las llevaba a casa, sorprendido de que una pelota tan dura pudiera botar tan fuerte. Tras obtener el botín de quisquillas, y con la humedad metida hasta el tuétano de los huesos, íbamos a un bar de Pedreña a tomar un café con leche muy caliente para entrar en calor y un sobao pasiego para recuperar fuerzas. En una de esa ocasiones, vi a Severiano Ballesteros rodeado de los paisanucos del pueblo. Ya era un ídolo al haber obtenido un Abierto Británico y un Master de Augusta. En Gran Bretaña le adoraban y en EE UU le miraban con sorpresa y admiración por ser el primer europeo en ganarles en su propia casa en el deporte de los palitos. Y allí estaba él, bebiendo un café con la parroquia local, apegado a la tierruca que le vio nacer pese a que iniciaba el ascenso al Olimpo de los Mejores Deportistas Españoles de la Historia. Muchos genios, muchos jóvenes talentos se quedaron por el camino como juguetes rotos por olvidarse de sus raíces, de sus humildes orígenes, de los suyos; algo que con Seve nunca ocurrió.

Segunda lección. En 1988 empecé, siendo todavía estudiante de tercer curso de Periodismo, a hacer prácticas en un periódico de Santander ya que me habían aconsejado que en un medio de comunicación aprendías más de esta profesión que en un trimestre en la facultad. En esa época, Seve ganó su tercer Abierto Británico, noticia que fue destacada en todas las portadas de la prensa española e internacional, mientras que en nuestro diario sólo ocupó un pequeño titular a una columna en la parte inferior de la primera página. Intrigado, pregunté a un veterano periodista de la redacción por qué esa información no había tenido un espacio más relevante en nuestro rotativo, y me contestó: “a nuestros nuevos propietarios, vinculados al PSOE guerrista, no les gusta la relación de Ballesteros con Carmen Botín, porque odian a la oligarquía de banqueros cántabros”. Efectivamente, en un día en el periódico aprendías más de periodismo que en cinco años en la facultad. Luego, cuando en las aulas un profesor teorizaba durante muchos minutos sobre la objetividad de la noticias y la imparcialidad de los periodistas, me entraba la risa y las ganas de llamarle mentiroso o ignorante, que es peor.

Tercera lección. De joven practiqué mucho deporte porque me hacía sentir bien tanto física como mentalmente. Ya lo dijeron los griegos, “mens sana in corpore sano”. Pero no fue hasta que leí una entrevista a Seve, a raíz de la publicación de su autobiografía, cuando comprendí todo el alcance del deporte. Según Ballesteros, el deporte te enseña disciplina, rigor, sacrificio, constancia, pasión, trabajo, espíritu de superación, conocer tus límites. Te exige ser humilde en los éxitos y fuerte en las derrotas; y te hace ver al contrario no como a un enemigo, sino como a alguien que debes superar con respeto. Como puedes apreciar, estos valores sirven para cualquier ámbito de la vida.

Nunca he jugado al golf, pero de Seve aprendí tres lecciones magistrales más allá de los greens.

6 comentarios

  1. Magnífica reflexión Alberto. Como siempres es un placer leerte (perdón por el tuteo, pero aunque no nos conocemos personalmente, te sigo con frecuencia y ya eres casi “de la familia”)

  2. Muchas gracias por recordar los valores. La tercera lección es insuperable. De la segunda, es triste recordar que nadie escapa a la influencia de los poderosos, “dueños” de lo que sea, ni siquiera la prensa libre.
    Un abrazo.Isabel

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